“No quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas…”. Recuerdo esta canción de Alaska como una reivindicación del no-sufrimiento, de estar cansado que nada nos salga como queremos, que nos pasen cosas que no nos gustan, que tengamos decepciones, contratiempos  y frustraciones, es decir, de querer ser y vivir felices. De vivir lo bueno de la vida y no dramatizar. No  hacer de los dramas, tragedias.

La felicidad solo existe a ratos, a veces muy pocos ratos, pero ¿Qué esperamos?.  Los dramas, las tragedias y las comedias forman parte de lo que somos y vivimos. Pero elegir lo que nos aporta y nos hace estar bien, también es una decisión. Sufrimos demasiado. Nos pasamos la vida haciendo terribles los problemas, pensando en los peores desenlaces de las cosas que nos ocurren, de las malas, pero paradójicamente  también de las buenas, porque siempre buscamos las orejas al lobo pensando que están escondidas, o asoman un poco, o las vemos con toda exactitud, o imaginamos verlas, y el lobo es un monstruo gigantesco y espantoso, amenazante y con muy malas intenciones, que a pesar de que durante momentos nos esté yendo bien, va a venir a “hundirnos en la miseria”.

A nadie nos va nunca absolutamente todo bien, o si es así, será por un tiempo, porque cambiara tarde o temprano para ir en otra dirección. Siempre nos falta algo. Siempre nos pasa algo con lo que no estamos de acuerdo, con lo que no contábamos y por lo que no nos gusta estar pasando. Y nos preguntamos ¿Por qué a mí?.. No es solo a ti. La vida no es algo personal.

Podríamos hacer una lista infinita de cosas malas que nos pueden pasar, pero no nos olvidemos que nuestra actitud ante el infortunio, y lo que decidamos que nos afecte verdaderamente, es lo que marca muchas veces la diferencia entre sentirse mal o sentirse fatal.

Los pensamientos negativos son parte de nuestra naturaleza, por eso el esfuerzo debe ir en la dirección de contrarrestarlos, ya que la consecuencia del pesimismo extremo es el miedo irracional. Adelantamos cosas malas que ocurrirán por ellos, pero pregúntate:

1. ¿realmente va a ocurrir esto que estoy imaginando?

2. ¿si fuera como lo imagino, que sería lo peor de lo peor que podría pasar?

3. ¿sería para siempre o podría cambiar o hacer yo que cambiara?

4. ¿es que no he pasado por otras malas situaciones en mi vida donde  me han llegado desgracias, y no se ha solucionado o yo he podido solucionarlo?

Contestarse a estas preguntas nos sirve para relativizar las preocupaciones. Es verdad que hay muchas cosas malas y no podemos frivolizarlas. Un cierto sufrimiento forma parte del «kit de humanos», y no podemos escapar de ello.

Pero el problema es que agrandamos la tragedia, perdidos en el tornado del miedo que nos hace dar vueltas y mas vueltas en la preocupación, alejándonos del hecho real. Mejor desdramatizar todo lo posible cuando hay que tomar distancia de los problemas.

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