Una de las cosas que nos pasa a los seres humanos, es que cuanto menos disponible esta algo, más lo queremos. Nos ocurre con infinidad de cosas. Creemos que lo casi imposible es lo que más merece la pena. Nos medimos con nosotros mismos y con los demás por ese algo que parece inalcanzable.

Cuando nos topamos una y otra vez con obstáculos, sin haber obtenido nada a cambio, es cuando nos damos cuenta de que realmente podía no merecer tanto la pena. Porque muchas veces, lo que vale la pena no es lo difícil, sino lo que viene dado de forma fácil. Las energías desgastadas inútilmente en tratar de conseguir a toda costa el fin, nos merman demasiado, y la única recompensa, que no es poca por otro lado, es el haber sacado una enseñanza gracias al esfuerzo y el empeño. Haber reflexionado y obtenido mayor #resiliencia.

Las metas elevadas, lo que creemos que no puede hacer todo el mundo, conllevan un aliciente extraordinario, y es verdad que cuando lo conseguimos, nos sentimos muy bien. También es cierto que es gratificante poner nuestra ilusión en grandes metas, en aquello que pensemos que nos va a hacer sentir bien cuando lleguemos a alcanzarlo, pero ¿y si no lo conseguimos? o ¿por que iba a ser eso lo mejor para nosotros?

Deberíamos ser conscientes de que no siempre lo difícil va a ser lo que nos va a dar la máxima satisfacción. Valorar las pequeñas cosas, aquellas cosas que damos por sentado que van a estar siempre, dejan de estar disponibles para nosotros cuando dejamos de verlas y solo nos encaminamos a lo que parece más difícil.

Por eso los objetivos «inalcanzables» nos hacen caer en grandes decepciones y acaban frustrándonos cuando no son muy realistas, y sin embargo hemos creído que lo podían ser. Lo mejor en estos casos es ir en una dirección determinada pero estando mas pendiente del proceso, que del fin en si mismo. Porque lo que nos enseña es el proceso, no la meta. Las ilusiones se van modificando y adaptando a las realidades. Lo que podría ser hoy una ilusión, mañana puede dejar de existir o transformarse en otra, y eso es lo estimulante realmente, no el objetivo.

Muchas veces volcamos nuestras ilusiones en algo que solo es una posibilidad entre mil, y olvidamos que aquellas cosas que parecen más fáciles son las que nos darán el verdadero éxito, que no es otro que llegar a estar y sentirse mejor. Se trata de disfrutar el paso corto, pero tenemos que saber mirar el terreno que pisamos, para poder verlo bien.

Lo importante es el descubrimiento que nos proporciona el  camino, donde hay ilusiones y desilusiones. Polos contrapuestos que a la vez nos dan energía para seguir avanzando. Empeñarnos  en lo que resulta claro que no puede ser, normalmente es una mala apuesta. Las cosas que  se nos resisten con contundencia y de forma persistente, contienen la sabiduría de las experiencias frustradas. Mejor saber escucharlas  para retomar futuras ilusiones. Virar a tiempo y rectificar el rumbo.

Lola Lopez

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