Buscamos estar bien, evitar el sufrimiento. Queremos ser felices, disfrutar de las cosas, evitar los problemas, pero contrariamente, los problemas aparecen, y cuando lo hacen, los agrandamos, los hacemos magníficos y los sacamos de contexto llevados muchas veces por nuestra natural predisposición a la negatividad.

De esta manera, nos creamos problemas añadidos que son una sobrecarga a las preocupaciones, innecesaria pero irremediable en la mayoría de los casos.

Adornamos de forma negativa inmensamente el escenario e imaginamos desenlaces que mientras los vamos pensando van conformando historias irreales, llenándonos de pesimismo y desmotivación. Creando sentimientos y emociones negativas.

La mejor forma de arreglar los problemas es cuando no añadimos más problemas.

En nuestras vidas hay momentos amargos y de crisis que no nos queda más remedio que vivir, pero aceptando que forman parte del camino. Desdramatizando todo lo posible, los viviremos mejor. Y cuando llegan los momentos buenos, dulces, plenos, no hay nada más absurdo que no vivirlos con toda la plenitud.

El miedo, que es un buen aliado nuestro cuando se trata de defendernos de los peligros, también se nos pone en contra, en momentos de felicidad, cuando no nos damos permiso para disfrutarla. Tenemos dificultad para reconocer y vivir los buenos momentos, en algunas ocasiones

No toleramos muchas veces nuestra propia felicidad por el miedo y por un sentimiento de culpabilidad que llevamos tan arraigado.

Es como si en el fondo no creyéramos que lo merecemos, o porque se nos mete la ridícula idea en la cabeza de que cuanto mejor lo pasamos, más sufriremos después.

Pero estar bien es el principal objetivo, aunque nos asuste lo que venga después. No podemos estar esperando al lobo a cada instante. No podemos vivir con el miedo a lo peor que pueda venir.

No hablamos solo de miedo al futuro, a la enfermedad, a la perdida, sino también a las personas que nos rodean, a las envidias, a las zancadillas, a creer que no somos capaces de defendernos de las críticas, de las malas personas y del daño que nos puedan hacer por envidia, cuando descubran lo felices que somos o lo bien que nos va. Parece que ser pesimista, esta mejor visto que parecer optimista y feliz.

Entre problema y problema, entre inconveniente e inconveniente, está nuestra vida, y en ella, no solo podemos ser felices muchos momentos, sino que también tenemos el derecho y la obligación de serlo.

Cuantas veces los momentos buenos están teñidos por los malos presagios, y un miedo irracional hace que tratemos de pasar de puntillas por esta felicidad: “pues no vaya a ser que nos venga lo peor de un momento a otro”. O cuando decimos: “soy tan feliz que temo que esto acabe de repente, y que me lleguen las peores desgracias”

Las desgracias van a llegar seas o no seas feliz ahora. Entonces, ¿Por qué no ser feliz con conciencia, aprovechando cada minuto de esa felicidad, viviendo exultantes esos instantes, ratos, horas o días, y no dejando que nada ni nadie nos lo empañe, ni siquiera nuestra propia dificultad para permitirnos serlo?

Estar pasando un buen momento no es tener la vida resuelta, no es ignorar lo que nos falta, o no saber que sufriremos más adelante. A veces en la vida pasamos por etapas buenas. Nos pasan cosas buenas ¡Que nadie entonces te amargue la existencia!

Hay personas agoreras que, si ven que estas feliz, o te van bien las cosas, es cuando más se te aproximan para aguarte la fiesta. Si tienes un proyecto que te ilusiona, te querrán hacer ver todos los inconvenientes y te augurarán un mal desenlace. Si estas contento por algo, trataran de teñir tu alegría con sus malos presagios o su actitud pesimista.

Permitimos a veces sin darnos cuenta, que otras personas empeoren estos momentos felices. Se cuelan en nuestra vida atraídos por nuestro optimismo, pero con ganas de pesimismo.

Porque en momentos felices, también hay agoreros tristes, derrotistas, victimistas y grises que se acercan y se empeñan mil veces en aguarnos la fiesta con sus malos presagios en forma de advertencias y consejos, y que tratan de avisarnos de un supuesto desenlace trágico.

Lo peor es cuando se te acercan en tus propias desgracias, contándote lo horriblemente mal que lo han pasado, o lo están pasando ellos mismos. Son esas personas que escuchan lo necesario para saber que tienes un problema, y que pasan inmediatamente a contarte sus propias desgracias ampliadas, Dándote a entender o explicándote con todos los pormenores el clásico “pues yo mucho peor” y augurándote a ti en tu preocupación, el peor de los finales, con frases como: “pues esto no tiene remedio por mucho que hagas”.

Hay gente tan toxica que no soporta ver la felicidad en el otro, y hagas lo que hagas, y digas lo que digas, tratara de contagiarte su visión negativa de las cosas, incluso mucho más ante tu buena o feliz situación.

De tu positivo estado de ánimo, de tu esperanza en el futuro y tu deseo de vivir felizmente lo que estás viviendo, te dirán que es toda una fantasía. Te darán a entender que no tienes razón para ser feliz ni siquiera en esos momentos. Trataran de minusvalorar o invalidar tu coraje.

Estas personas que viven probablemente desde un perpetuo victimismo pueden tratar de amargarte la existencia, y es que hay muchas personas de este tipo pululando a nuestro lado.

Te trasladan su propia indefensión ante su propio conflicto, en vez de darte ánimos. Creernos lo que otros, bajo su prisma personal opinan  nos dicen de nuestro propio estado personal, como si tuvieran la clave de la verdad absoluta y como si estuvieran dentro de nosotros, es el peor de los errores.

Lo bueno, o quizá lo malo que nos está pasando, solo lo podemos valorar y sentir nosotros, por eso, no debemos creernos lo que otros nos dicen. ¡Mucho menos los agoreros!

No debemos sentirnos culpables por vivir al máximo los pequeños o grandes momentos de felicidad, porque esa es una de las razones para las que nacemos. Y estos momentos no aparecen siempre.

El mundo no es un valle de lágrimas, no hemos venido a sufrir, aunque cuando llegan una, dos… o mil adversidades, ya sabemos que es algo que forma parte del juego de ser humanos.

No desperdicies tus momentos de felicidad. Ríete a carcajadas, celebra la vida que tienes entre manos, disfruta lo momentos, porque los problemas siempre van a llegar, o nunca se van a ir.

No te dejes llevar por tus programas mentales negativos y fluye con la vida sin resistirte a ella. Con la autoestima muy alta por saberte capaz y merecedor de la felicidad. Aspira a ser feliz a pesar de que haya quien trate de amargarte la vida.

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