El ser humano tiene una característica mental que le viene de sus ancestros, anteriores incluso al homo sapiens, y  es la tendencia a pensar en negativo que tiene nuestro cerebro. Este sesgo a la negatividad que tiene la mente, obviamente nos salva, y ha salvado como especie de muchos peligros, y por tanto es imprescindible, pero también nos hace sufrir en exceso.

Las narrativas que construimos sobre nosotros mismos y lo que nos pasa, son necesarias para construir el presente, recordar el pasado y proyectarnos con un sentido hacia el futuro, pero nuestro pensamiento, que tiende a ser pesimista en al menos un 50% de las veces, lo suele complicar todo más de la cuenta. Nos crea unas emociones incomodas que vivimos como si lo que pensáramos fuera realmente lo que sucede, cuando tan solo está sucediendo en nuestra cabeza. Agrandamos la adversidad creando una ficción desproporcionada.

La vida es lo que interpretamos. Cuando nuestro “tanque mental” está lleno de toxicidad, de preocupaciones, de agobio, hay más probabilidades de que veamos sombras, en lugar de luces, y esto es lo que realmente nos hace sufrir. No lo que nos pasa, sino lo que interpretamos de lo que nos pasa.

Ante el escenario real, que a veces es adverso o de claro infortunio, estamos nosotros los actores, interpretando el papel que nuestra mente ha decidido debemos desempeñar como protagonistas. Si los papeles hubieran sido repartidos desde otro guion diferente, digamos más optimista, estaríamos en mejores condiciones de desempeñarlo, o lo haríamos mejor seguramente, pero no siempre sucede así.

Es por eso por lo que la gran suerte que podemos tener a nuestro favor es encontrar “chispas” que nos hagan romper el momento malo por el que pasamos y darle la vuelta a la situación, al menos en nuestra cabeza, riéndonos incluso de nosotros mismos. La vida cotidiana ya nos ofrece infinidad de situaciones, de las cuales podemos sacar un momento divertido sin necesidad de que nos cuenten ningún chiste, basta con querer reírse.

El gran  antídoto que sin lugar a duda mitiga este nefasto runruneo, es encontrar el lado gracioso de las cosas. Y especialmente reírse, incluso a carcajadas. Con la risa logramos estimular órganos como el corazón, los pulmones. Nos hace generar endorfinas que reducen el estrés, disminuye la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Cuando reímos, no solo aliviamos la carga mental, sino que mejoramos el sistema inmunitario, favorecemos un buen estado de ánimo, y aumentamos la satisfacción personal que nos ayuda a afrontar situaciones difíciles.

No es necesario ser cómico para ver la parte cómica de la vida. Y muchas cosas que nos pasan, la tienen. Es realmente una habilidad el saber encontrarla, y esto sin ninguna duda nos ayudara en las dificultades. Todo depende en nuestras ganas por mejorar esta habilidad, de donde nos empeñemos en poner el foco. Si nos concienciamos en encontrar cosas buenas, estas sucederán más frecuentemente que si solo esperamos lo peor. Por eso sabemos que la actitud que adoptemos es determinante. Sonreír muchas veces a lo largo del día, también lo es.

Las personas humildes son más proclives a reírse, ya que son las primeras que no se toman demasiado en serio a sí mismas. Cuando el ego está muy crecido, o cuando la persona es muy narcisista, es bastante difícil que encuentre ese punto de inflexión que le haga romper el círculo vicioso del estrés, y reírse de algo cuando lo está pasando mal. Reírse no es olvidar el problema, es retirarlo de nuestra cabeza momentáneamente al menos, y esto es muy saludable.

Todo en la vida tiene su lado positivo, y quienes tienen el don de encontrar la parte graciosa o cómica de la vida, especialmente en momentos difíciles, es que tiene la capacidad de salir más fácilmente de estados de ánimo depresivos o de preocupación constante. Hay cientos de cosas que ocurren a diario que son amables como poco, y que nos pueden hacer la vida agradable si las contemplamos como tales.

No es necesario encontrar el chiste apropiado  o la frase ingeniosa, la vida en si misma nos proporciona a diario situaciones cómicas, que si estamos dispuesto a verlas, nos hará ser más felices, aunque sea unos segundos, porque realmente, si decidimos analizarlas desde otro prisma, las encontraríamos graciosas. Tampoco se trata de reírnos de los demás, sino con los demás, o solos. Cualquiera de estas opciones es profundamente curativa para nuestra psique.

Tener sentido del humor alegra la vida de las personas, es una medicina natural contra el estrés, sin embargo no podemos evitar tomarnos las cosas muy “a pecho” o ser demasiado susceptibles con lo que nos pasa, haciendo que cada vez seamos más suspicaces y malhumorados. En este momento habría que recordar que nadie se salva de que le pasen cosas malas. Y que las cosas que nos pasan no debemos tomarlas como algo personal.

Lola Lopez

 

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