En nuestro interior existe un “pepito grillo” que levanta la voz de forma inoportuna cuando menos lo esperamos, haciendo que sintamos vergüenza de nosotros mismos, y construyendo un muro de solidos ladrillos de autocrítica.

Cuando tenemos respeto por nosotros, y nos valoramos bien subjetivamente, esto, que llamamos autocompasión, es mucho mas poderoso que la autoestima que nos venga derivada de los reconocimientos ajenos.

Es cierto que engañarse a uno mismo, es lo menos práctico. No es inteligente disfrazar la verdad, pues nos aleja de la aceptación de lo que somos. Lo más razonable es auto-admitir lo bueno y lo malo que hay en nosotros.

Pero de nuevo, salta la voz crítica cuando hacemos o pensamos algo que no nos gusta, o creemos que no les va a gustar a los demás. O nos llega inesperadamente la molesta culpa.

La vergüenza interna se da al sentirnos poco válidos, y tratamos de ocultar algo de nosotros a toda costa, que en algún momento nos ha hecho sentir mal, miserables, y convencernos de que no merecemos ser valorados.

Es como un tabú que puede venir de muy lejos. De un pasado muy remoto. Probablemente se trate de heridas del pasado no resueltas, e inevitablemente, de la tendencia a pensar en negativo, que tiene nuestro cerebro.

Este hecho, esta en relación directa con nuestra necesidad de estar conectados socialmente. De aceptar más lo que nos llega de fuera y menos nuestras convicciones.

Tenemos la tendencia a que cuando algo bueno se dirige hacia nosotros, lo desviamos, lo descartamos. Como si no fuéramos merecedores de la dicha o la felicidad, sino tan solo del dolor, y el sufrimiento. Es muy curioso como el sesgo negativo que tiene el cerebro humano, hace que nos sumerjamos en patrones no reales, sino ideáticos y negativos sobre nosotros mismos.

Reconocer la imperfección en nosotros. Darnos permiso para el error, para tener malos pensamientos y sentimientos, es una de las claves para sentirnos bien. Y saber que somos mucho más que pensamientos y sentimientos.

El problema es que no conseguimos en muchos casos, salir de esta idea introyectada de nosotros, que no es más real que la parte humana maravillosa que tenemos y nos espera para ser más felices.

A veces, nos produce miedo tener que admitir que somos seres humanos, que no tenemos control sobre todas las cosas y que somos imperfectos. Nos da miedo hacer el ridículo, a que nos puedan “atacar”, y antes de que eso ocurra, nos censuramos y nos “hacemos los muertos” para pasar desapercibidos.

La mente toma la forma de aquello en lo que descansa. Las neuronas que se activan juntas, se conecta juntas. Es decir, las pautas que se repiten una y otra vez en la estructura cerebral dejan rastros duraderos y prolongados.

El secreto estriba en que necesitamos perdonarnos, en vez de destruirnos. En hacer nuevas conexiones cerebrales para ser más felices.

¿Qué es lo que te cuentas cuando estas preocupado, o cuando tienes miedo?

¿Probablemente que no eres lo suficientemente bueno, que hay mucha gente mejor que tú, que no eres merecedor de que las cosas te vayan bien?

¿Probablemente que tienes cosas que ocultar?

¿Por qué no podemos salir de la zona de sufrimiento?

La vida es plena sin la autocrítica, ¿Por qué te conformas con menos?

Si alguna vez sientes que te han quitado el suelo bajo los pies, no trates de saltar a un terreno más seguro, date cuenta con todas tus fuerzas que el suelo sigue estando, aunque imagines estar cayendo por un agujero negro. Pregúntate por que te sientes así y cuál puede ser la causa.

En vez de huir, luchar, resistirse o colapsar cuando llega un problema, ¿por qué no pruebas a verlo con la mayor neutralidad posible? Reconocer el pensamiento negativo y el efecto que tiene sobre nosotros, es la postura más inteligente.

Vivir la experiencia en el momento que está ocurriendo, aunque sea negativa, en vez de darle la espalda o luchar infatigablemente contra ella. Es decir “coger el toro por los cuernos”, aunque duela, hará que la situación no se prolongue.

Cuando sabemos que todas las experiencias son igualmente validas, y que debemos vivirlas en el presente, nos gusten o no, es cuando realmente podemos hacer frente al problema.

Conocerse y aceptar lo bueno y lo malo que hay en nosotros, sin engañarnos, ni disfrazar la verdad, es algo que produce aceptación de lo que somos. No somos perfectos ni tenemos control sobre la inmensa mayoría de las cosas.

Tenemos una mente emocional, una mente lógica, y una última mente llamada “sabia” que podríamos definirla como una mente equilibrada entre las dos primeras.

La mente sabia, es la que menos sale a la luz, pero la buena noticia, es que la podemos desarrollar para poder usar más. Nuestro critico interno se apacigua gracias a nuestra mente sabia.

Hay una relación directa entre el crítico interno y nuestra sensibilidad al estrés, y a las críticas de otros, que también nos producen estrés. Cuanto más autoexigentes somos, más resonaran en nosotros todas las experiencias más o menos traumáticas.

La mente sabia, sabe que en el camino tropezamos muchas veces, fallamos, nos equivocamos, pero también sabe que aceptándolo y no castigandonos por ello, conseguiremos mucho mas que si nos encerramos en la autocrítica.

Hacernos conscientes no es la salvaguarda para protegernos del dolor, ni del sufrimiento, pero si es la solución para poder hacer frente con mayor eficacia a los embates de la vida. Con una actitud de curiosidad. Mirar que resonancia tienen dentro de nosotros el impacto emocional que esto supone.

Tratar de luchar con nuestro yo crítico, como dijo Bernard Shaw, es como luchar con un cerdo en el barro. Los dos se ensucian, pero al cerdo, le gusta.

Tratarte bien es la clave. Hacernos conscientes con curiosidad y apertura a lo que nos pasa, y de que somos mucho más que lo que nos pasa, es el camino.

No tenemos que pelear. Hay que acostumbrar al cerebro para lo bueno. Convertirlo en velcro para lo positivo y suelo deslizante para lo negativo, en vez de que se de lo contrario.

El secreto es vivir los propios sentimientos, sean los que sean. No enterrarlos, sino darles espacio para que se puedan ir por sí mismos.

No es necesario salir corriendo de lo que no nos gusta de nosotros, ya que lo que no nos gusta, esta mucho mas cerca de lo que nos gusta o de lo que somos en realidad.

Cuando vemos sufrir a una persona que nos importa ¿que solemos hacer?.Tratamos de ayudarla y reconfortarla en la medida de lo posible.

Esto es lo que debemos hacer con nosotros. Hablarnos como al mejor amigo que podamos tener, pues de hecho lo somos.

Por eso poseer una conciencia autocompasiva, será el camino a seguir. Y esta conciencia se empieza a desarrollar mediante la atención a la respiración y a nuestro cuerpo. Todo ello con la finalidad de entrenar nuestra mente para el bienestar.

“Si tropiezas alguna vez, hazlo parte de tu baile”

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