Dos conocidos investigadores del área de la inteligencia humana como Stenberg Y Binet (creador del más famoso test de inteligencia general), concluyen  que no son los  genéticamente empiezan  más listos, los que acaban siéndolo en realidad. La postura que adoptamos nosotros con respecto al mundo y  a las cosas que nos pasan son lo verdaderamente determinante de lo que conseguimos. Es decir, de tener éxito en aquello que queremos.

Una simple creencia sobre nuestra valía puede transformar nuestra psicología y nuestra vida. Así de simple y a la vez, así de complejo, porque no siempre es fácil creer algo diferente a lo que nos bloquea. Si esta creencia se relaciona con una alta autoestima y con la autoconfianza en nuestros propios valores personales, tenderemos más a sacar partido del cultivo de las cualidades que ya tenemos basándonos más en el esfuerzo, que en la necesidad de autoafirmación permanente.

Tratar de creer en uno mismo en base a la opinión de los demás sobre nosotros, es estar en una evaluación continua. Es como si necesitáramos que otros nos examinaran y nos dieran buena nota. Esto es cuando nos importa demasiado la opinión ajena. Pero lo que nos da el éxito personal no es como otros te evalúen, sino lo que tu sientas que te has esforzado y has conseguido por tu trabajo. Quien determina si eres un triunfador o un fracasado eres tú y la opinión que tienes de ti mismo.

La mentalidad de aprendizaje es una mentalidad de crecimiento. Donde hay obstáculos se ven oportunidades de mejora. Donde hay retos se ven ocasiones de aprendizaje. Y es esta mentalidad la que nos hace mejores. Todo el mundo puede cambiar y crecer a base de dedicación, trabajo y experiencia.

Creer en tus cualidades hace que haya motivación por seguir aprendiendo, pasión por lo que se hace. Esto no significa que no podamos ver nuestras deficiencias, quiere decir que queremos superarlas. Mejor abrirse a las críticas que a los aplausos para que esto pueda suceder. Además, debemos tener en cuenta que hay muchos tipos de inteligencia. Alguien que no tiene cualidades para los números puede tener por ejemplo una gran inteligencia musical.

Quien tiene mentalidad de crecimiento no tiene aversión a los riesgos pues suponen una autosuperación incluso cuando las cosas van mal. Las personas con esta característica no se critican constantemente, no se sienten culpables por hacer cosas mal, solo se ponen en marcha para aprender de sus errores. No tienen un dialogo interno de auto juicio, sino de auto tolerancia. No necesitan de la aprobación de otros, sino de la suya propia. Son personas que se crecen ante las dificultades, porque no tienen la mentalidad conformista de pensar que nada pueden hacer porque no son así.

Todo lo podemos adquirir con esfuerzo. Nuestro cerebro está configurado para adquirir nuevos hábitos, para mejorar, si cambiamos esa mentalidad conformista por la del esfuerzo. Cuando hacemos algo mal, nos debemos referir a ello como a un hecho, no como una condición propia personal inamovible. La persona con mentalidad adaptativa piensa que lo puede conseguir con trabajo y sucesivos intentos. No se viene abajo. Cree que lo puede conseguir. No se etiquetan a sí mismas como malas o inapropiadas. Son realistas respecto a sus capacidades pero antes de darse por vencidas, lo intentan.

A Darwin o a Tolstoy se les consideraba niños normales, en ningún caso genios, y como ellos hay cientos de ejemplos a lo largo de la historia. Seguramente tenían una carga genética al nacer, pero las cualidades se desarrollan cuando entran en contacto con el medio que nos toca vivir y nuestra relación con él, tiene mucho que ver con el esfuerzo y la actitud que nos hace modificar las creencias. Dramatizar los fracasos no es el camino. Si lo es el aceptarlos como parte del crecimiento.

Lola Lopez

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