Hay algo que todos tenemos, que se llama voz interior. Es gracias a ella como contamos con esa brújula que nos orienta sobre lo que queremos, como lo queremos, y que nos hace reflexionar sobre lo que nos pasa, sobre nosotros mismos, o sobre cómo tratar de conseguir lo que queremos que nos pase. Esa voz interior nos sirve de orientación para que las funciones ejecutivas conscientes de la mente se movilicen y se encarguen después, de realizar todo tipo de tareas o acciones que requieren de nuestra concentración, de nuestro aprendizaje, nuestra memoria y razonamiento lógico.

Pero a veces esta voz interior bajo el estrés, es decir en situaciones problemáticas que nos producen ansiedad, deja de ser operativa para convertirse en un discurso rumiativo. Entonces el dialogo interno se vuelve obsesivo, cíclico, y nos cuesta mucho poner en perspectiva los problemas, deshacernos de los pensamientos nocivos que no nos dejan avanzar. Las obsesiones sabotean cualquier esfuerzo de concentración. Sabemos que la vida no es lo que nos pasa, sino lo que nosotros interpretamos de lo que nos pasa. Cuando a consecuencia del estrés dejamos de oír nuestra verdadera voz interior, agrandamos los problemas con nuestra interpretación y vamos muchas veces a la deriva.

Este runruneo, que se desarrolla más a nivel inconsciente, y que acalla nuestra voz interior, nos impide tener el distanciamiento cognitivo tan necesario para la toma de decisiones, para resolver nuestros problemas de forma constructiva. Entonces la agilidad emocional tan necesaria para adaptarse al entorno disminuye considerablemente, somos más rígidos y menos eficientes para acomodarnos o enfrentar el mundo.

Es realmente impresionante el poder de nuestra mente para sumergirnos en el estrés, en la impotencia y en la ansiedad que nos  impide ser más felices, o no saber encontrar soluciones a nuestros problemas y quebraderos de cabeza. Pero nuestra mente es como una máquina del tiempo. Somos capaces de ver las cosas en retrospectiva, y también imaginarnos historias que solo existen en la misma mente, con el fin de planificar lo que queremos o lo que nos gustaría conseguir, y todo ello precisamente para poder desligarnos de los pensamientos que nos dan vueltas y más vueltas en la cabeza, como si estuvieran en una centrifugadora. Porque no podemos olvidar el poder homeostático de todo nuestro organismo. Es por eso por lo que la mente también tiene sus artes para equilibrarnos: contarnos historias edificantes que nos hagan sentirnos bien, o acordarnos de cosas pasadas positivas.

No siempre volver con el pensamiento al pasado o habitar el futuro en la imaginación es para mal. De hecho, nuestra mente lo hace de forma natural. El único inconveniente de volver al pasado es la rumiación constante cuando no entendemos, o nos cuesta entender, aceptar y resolver, las cosas que no nos gustan que nos pasen, pero que indefectiblemente nos  pasan. También el hecho de escapar del presente pensando siempre en lo que está por llegar, es  sinónimo de infelicidad. Este es el peligro del dialogo interno divagante y rumiativo. Un dialogo con nosotros, que además se alimenta de la culpa, de la autocrítica y la vergüenza.

A veces necesitamos ayuda exterior para ver desde otra perspectiva nuestros problemas. El hecho de compartir las emociones  con otros, no nos libera del problema de la rumiación, a menos que el compartir nos sirva, no tan solo para ser escuchados y seguir cavilando sobre nuestros problemas, sino para encontrar nuevas aproximaciones a la solución. Sabemos que el compartir, con la finalidad de tener otros puntos de vista que aporten nuevas alternativas, nos ayuda. Es la base de la resolución eficaz de muchas amenazas propias y colectivas, con las que el hombre ha tenido que luchar a lo largo de la historia.

La objetividad ajena frente al dialogo subjetivo es uno de los mejores  antídotos para salir de la rumiación. Se trata de compartir mediante la comunicación, salir del monologo para buscar soluciones o nuevos enfoques, no para sumergirse mas y mas en el problema. Si es así, mejor no hablar demasiado sobre algo que nos preocupa, o sobre cualquier acontecimiento traumatizante que hayamos vivido. Pues no solo agotaríamos a los demás, sino que agrandaríamos mucho más el efecto nocivo que esto tiene en nuestra psique. La toxicidad de los pensamientos se agranda si los repetimos y nos los creemos una y otra vez.

No es nada fácil a veces dejar de sentirse estresado, que no es otra cosa que sentirse mal, angustiado, sin ver posibles salidas, pero es obvio que acabar con esta situación empieza por tratar de desconectarse de la misma de alguna manera, para adquirir perspectiva, propiciando el vivir momentos alejados de lo común, para dejar que nuestra atención involuntaria se vea atraída por cosas diferentes, que en situación normal sin estar bajo el estrés, disfrutaríamos.

Puede tratarse de la naturaleza, de un museo, de una lectura, de estar en algún sitio que es reconfortante para uno, de practicar un deporte, de estar en compañía de alguien…. Cuando menos nos apetece hacer cualquiera de estas cosas que siempre nos ha apetecido hacer, seguramente es cuando más lo necesitamos. Cuando no podemos mantener nuestra atención voluntaria en lo que quisiéramos, es porque estamos divagando, agrandando los problemas, interpretando obsesivamente lo que estamos viviendo, a merced de nuestros pensamientos negativos, por eso es mejor permitir que nuestra atención se vea atraída simplemente por algo, algo que nos guste y nos permita desligarnos del hecho de seguir cavilando sobre lo mismo. O dicho de otra forma, vernos a nosotros mismos como personas ajenas a lo que nos pasa, como si le estuviera pasando a un tercero.

Procura alejarte del ruido, de lo que no te aporte nada, de lo que no te concierne en absoluto. Haz que la película de tu vida este invadida de bonitas imágenes, de música que te toque el corazón, de paisajes verdes, de obras de arte que te conmuevan, de personas que te aporten calma y serenidad, para poder recuperar fácilmente todo lo agradable, y que los monólogos interiores no te alejen de lo que es realmente importante. Capta con tus sentidos todo aquello que puedas recordar como fragmentos bonitos de la película de tu vida, para recuperar  tu autentica voz interior cuando más lo necesitas.

Lola Lopez

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