La motivación es aquello que nos impulsa a conseguir un objetivo y también nos da placer.

¿pero qué nos motiva?

Hay una jerarquía de motivaciones humanas, expuesta por Maslow  (en la famosa pirámide de Maslow), en cuya base, estarían las necesidades fisiológicas más básicas, como alimentación, respiración, sexo, descanso, y a medida que se fueran satisfaciendo estas necesidades, el ser humano continuaría ascendiendo hacia las otras partes de la pirámide que seguirían por este orden: las necesidades de seguridad, de afiliación, de reconocimiento y de autorrealización, esta última, en el pico de la pirámide.

La aspiración más elevada del hombre seria llegar a la cúspide de la pirámide, donde la moralidad, la creatividad, la falta de prejuicios, y la aceptación, nos hacen mas libres poniéndonos en el terreno de solucionar mejor los problemas. De ser mas receptivos a la vida, y poder disfrutarla más.

La motivación por hacer, por vivir, por conseguir en la vida las cosas que queremos, está muy vinculado con las emociones y las necesidades tanto físicas como psicológicas. Nuestras intenciones estarán en consonancia.

Ante las dificultades que surgen al tratar de conseguir nuestras metas, y llevar a cabo nuestros objetivos y propósitos, solo la motivación, o el placer que nos proporciona seguir en la brecha, avanzando por la consecución de lo que queremos, hace que todo sea más interesante. Que merezca la pena.

Movilizar nuestras energías psíquicas y físicas para la consecución de nuestras metas, aliándonos con la idea del esfuerzo, consigue que no tengamos que tirar la toalla tan fácilmente, y sigamos avanzando.

La zona del Córtex prefrontal izquierdo es la zona que se activa cada vez que estamos motivados, haciéndonos recordar lo bien que nos sentiremos cuando hayamos alcanzado nuestro objetivo. Cuando esta zona se activa, es cuando más nos orientamos y nos activamos nosotros, y más satisfacción experimentamos al estar comprometidos con ello.

Ante la incertidumbre y el riesgo, aquellas personas más cautelosas y con más aversión hacia este, funcionan de una manera en ocasiones excesivamente prudente, lo que hace que se frenen ante el menor obstáculo.

El miedo y la ansiedad es lo que frena la motivación de estas personas, que, en vez de actuar con una prudencia sensata en las situaciones más complejas,  despierta en ellos, la desmotivación y consecuente abandono ante los problemas que surjan.

No todo el mundo se encamina de la misma forma hacia las metas.

Hay personas que han alcanzado el más alto peldaño de la pirámide, y encaminan sus propósitos desde un ángulo diferente a otras personas que están tratando por ejemplo tan solo de subsistir.

También hay personas que flotan en un vaso de agua, y otras que se hunden ante las mismas situaciones, y esto tiene su base fisiológica y genética.

Hay razones suficientes, investigadas científicamente, para pensar que esto también depende de la parte de nuestro cerebro que funcione predominantemente.

Aquellas personas cuya parte derecha cerebral está más activada, serán quienes se frustren mas ante los contratiempos y quienes se verán más amenazas ante el riesgo. Las emociones asociadas a este hecho nos hacen sentir mayor desmotivación.

Aquellos cuya tendencia emocional se inclina hacia el lado izquierdo tienden a ser más positivos, con más tendencia a la ira, al no salir las cosas como pretenden, pero con el contrapunto de que consiguen movilizar más fácilmente su energía de cara a superar las dificultades.

      Davidson, después de sus investigaciones, concluyó que la actividad de la zona prefrontal izquierda hace que sintamos que todo tiene un sentido y de que tenemos una brújula que nos indica donde está nuestro norte.

Mas en el campo de nuestras tareas y responsabilidades, Howard Gardner resumió sobre los componentes que se integran en el «hacer un buen trabajo», y concluye que es una mezcla de excelencia, que nos hace sacar lo mejor que tenemos, de compromiso, lo que nos lleva al entusiasmo, y de ética, que se da cuando lo que hacemos encaja con el propósito y el sentido que le damos a nuestra vida.

      McClelland, conocido psicólogo americano, y que formulo una nueva teoría de las necesidades humanas, dice que existen tres motivadores principales:

  1. La necesidad de poder, y la posibilidad de influir en otras personas. Distinguía dos tipos de poder      .    A) El egoísta y egocéntrico. No nos ocupamos de los sentimientos de los demás cuando ejercemos esa influencia. El caso de los narcisistas es un claro ejemplo, llevado al extremo, de este tipo de poder.      B).El otro lleva implícito un beneficio hacia los demás. La persona trata de influir positivamente o hacer un favor a otros.
  2. La necesidad de afiliación, que es la motivación y el placer subsiguiente de compartir y estar con otras personas.
  3. La necesidad de consecución, o de alcanzar un objetivo que signifique algo para nosotros. Cuando predomina esta necesidad motivadora, a las personas les encanta y necesitan que se les reporte información sobre cómo hacen las cosas, de sus méritos y progresos. Necesitan que se les reconozca y se les premie.
      Podemos concluir que la necesidad de consecución es propia de aquellas personas que definen claramente sus metas y están muy orientados al logro. Es una característica de las personas de éxito, de emprendedores que consiguen prosperar y no darse por vencidos, y de aquellos que denominamos personas con “mucho empuje” y determinación en la vida.

Hay otros motivadores externos que consiguen despertar nuestra motivación. Sin duda, muchos de ellos relacionados con los demás, no solo con las cosas materiales, el dinero o la posición económico-social que podamos obtener.

     La necesidad de afiliación y de sentirse integrado y seguro en cualquier grupo social, además de la necesidad de protección, de amor y reconocimiento, son motivadores muy potentes que nos orientan los unos hacia los otros.

 

 

 

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