LA NECESIDAD DE VENGANZA.

Nuestro ego nos define, nos reafirma, significa “saber quién soy yo”. No es algo malo, todo lo contrario. Lo necesitamos para establecer nuestros límites con respecto a otros, al mundo y al entorno en el que vivimos.

Sin embargo el ego a veces se siente herido, cuando se encuentra con un motivo que le hace pensar que ha quedado por debajo del otro, que se ha puesto en peligro su amor propio, y confunde la dignidad con el orgullo mal entendido. Tener una alta autoestima consiste también en no dar poder al otro para que te ofenda, porque alguien que tiene una buena valoración de sí mismo, no se siente en jaque o vencido tan fácilmente, no se implicara en eso emocionalmente. Precisamente quienes tienen una autoestima más alta son los que menos sed de venganza tienen.

Según el diccionario de la lengua española: “vengarse es ofender o dañar a alguien responsable de una ofensa o daño anterior”. Cuando no es hacia otras personas, sino hacia nosotros mismos, es mejor plantearse antes de perder nuestras energías y tiempo, o entrar en una espiral de resentimiento, el por qué nos hemos sentido dañados u ofendidos y en que consiste la gravedad del asunto. En muchas ocasiones nuestra reacción puede ser excesiva en comparación con la intención de quien ofende.

Lo malo de la venganza es que es normalmente desproporcionada con respecto al hecho de la ofensa, y al vengarnos muchas veces nos “pasamos de frenada y tiramos a matar”, porque añadimos al hecho en sí, todo el sentimiento negativo que nos ha provocado, y esto sí que es de “nuestra cosecha”. Hay personas que ante un mismo hecho nunca se sentirían ofendidas, y otras por el contrario lo verán como una afrenta imperdonable. De esta interpretación dependerá la fuerza y la razón de la venganza hacia alguien.

Hay personas que no son en absoluto vengativas y tienen la suerte de “pasar página” para no perder tiempo al resarcirse en la venganza, y hay otras en cambio que hasta que no se vengan, no se quedan tranquilas, aunque tarden incluso años en hacerlo pensando que “la venganza se sirve fría”. El tiempo que pierden estas personas en tramar la venganza, les puede compensar al ver ganado sobre el otro, la pregunta es: ¿Cuánto les ha compensado?.

Tener un ego fuerte, sano y seguro, implica no sentirse herido tan fácilmente y por tanto no necesitar de la venganza, sobre todo por algunas cosas objetivamente de poca importancia. Cuidar nuestro ego significa no esperar que lleguen este tipo de finales ¿felices?, sino ponerse en valor alejándose de ellos, en vez de tratar sorprender desprevenido al enemigo. La vida suele ser quien sorprende a quien ha actuado con intención de dañar.

La venganza es la guerra de los débiles, de los que se sienten amenazados, y no hay nada por lo que nos sintamos mas amenazados que lo que respecta a nuestro ego. Por eso debemos cuidar de él alejando de nosotros la venganza cuando lo hemos sentido en peligro.

Lola Lopez

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