Solemos ser sensibles a las críticas y reconocimientos. De hecho, la necesidad de reconocimiento social, es una de nuestras motivaciones más elevadas. Según Maslow, se encuentra en la cúspide de nuestra pirámide motivacional.

Necesitamos que nuestra aportación a la sociedad, sea de la índole que sea, y nuestro valor personal, sea reconocido por los demás.

Por tanto, lo deseable es el reconocimiento, y no la crítica. Así como lo mejor a lo que podemos aspirar, es a estar bien con nosotros mismos, y parte de este bienestar, nos llega del feed-back que obtenemos de los demás.

Por muy evidente que sea alguno de nuestros defectos, o de nuestros inconvenientes, tendemos a enmascararlos, y solemos proyectar hacia el exterior, solo lo que queremos que se vea de nosotros, pero también lo que necesitamos creer que somos. Algo que se parezca lo más fielmente posible a nuestro “Yo ideal”. O lo que nos gustaría ser.

Es esta necesidad de reconocimiento y de autoestima, la que nos hace que, cuando recibimos críticas, unas veces las encajemos, pero otras no.

Y también, que de vez en cuando, despleguemos una vistosa cola de pavo real, para provocar la admiración incondicional, y obtener prestigio social. Porque lo que nos gusta, es gustar.

La retroalimentación inmediata, por parte de los demás, y que obtenemos a través de las redes sociales, en nuestros días, no es nada despreciable. Facebook, Instagram, Twitter, LinkedIn…Son un apropiado, y seductor escaparate al mundo. Que evidentemente, sabemos aprovechar.

Queremos contar lo que somos, lo que hacemos, como somos, lo que disfrutamos, lo que nos valoran otros, lo que nos gusta, nos mostrarnos en fotografías atractivas. A cambio, solo esperamos reconocimiento. Necesitamos esa seguridad que nos da gustar a otros.

No caemos en la cuenta de que por mucho que nos esforcemos, la opinión de quien nos ve, puede ser muy distinta a la que pretenderíamos conseguir.

Somos capaces con facilidad, de auto justificamos, y nos engañamos, con tal de no perder nuestro buen auto concepto. Por eso fácilmente, cometemos el error de alimentar nuestro ego, pensando que somos muy buenos, y que los que tienen el problema, los que cometen errores, son los demás, y no nosotros.

Esta es la razón por la que, muchas veces, culpamos a los demás de algún defecto que vemos en nosotros, pero que no nos gusta admitir, o los culpamos de alguna virtud o cualidad que ellos tienen, y que, a nosotros, en el fondo nos gustaría tener. Algo que puede desagraviarnos de la desventaja comparativa “yo-el otro”, es minusvalorar la virtud en el otro.

¿Pero porque pasamos de la minusvaloración personal a la sobreestimación?. ¿Porque no podemos ser imparciales con nosotros, y quedarnos en un término medio? ¿reconocer nuestra valia, pero asi mismo, nuestras necesidades de mejora?

Una posible respuesta seria, porque necesitamos seguridad permanentemente. También dar una buena imagen de cara al exterior. En mayor o menor medida, todos hacemos una venta de nosotros mismos.

Tenemos miedo a caer en el anonimato, o no estar a la altura de las circunstancias. El trasfondo es, el temor a ser rechazados y no queridos.

Que se nos ignore, es algo que nos daña profundamente. Nos es necesario el reconocimiento ajeno. Es el prójimo en quien nos reflejamos. Y buscamos tener una buena reputación, sustentada en las buenas opiniones de los demás.

A veces no es fácil verse ecuánimemente. Si nos vemos como observadores de nosotros mismos, desde la objetividad, siempre sacaremos mejores conclusiones. Lo malo es que esto no siempre lo conseguimos.

Parece que la mejor opción, y lo que nos mantiene “a salvo”, es enjuiciar a los demás, más que a nosotros, en lugar de admitir nuestros errores y carencias. En otras palabras, vemos la paja en el ojo ajeno, porque es más fácil que ver la viga en el propio.

Sentirnos superiores en algo, ciertamente nos da seguridad. Por eso, el problema, vemos que casi siempre lo tiene el otro, y no uno mismo.

Cuando esta necesidad de reconocimiento va acompañada de una alta ambición personal, y una necesidad de ser admirado por los demás, podremos incluso caer en el error de pensar que estamos por encima del bien y del mal, y que la mayor parte de la gente, no está a nuestra altura.

Según Festinguer, conocido investigador y psicólogo, tenemos “disonancia cognitiva”, cuando sentimos que dos creencias, conductas o actitudes, entran en conflicto. Necesitamos que en nuestra mente haya consonancia. La disonancia cognitiva es algo incordioso que incluso amenaza el concepto que tenemos de nosotros mismos.

Por eso, cuando algo disonante, en este caso reconocer que otra persona es mejor que nosotros en algo determinado, amenaza la manera que tenemos de vernos, o pone en peligro algo que nosotros consideramos fundamental, tratamos por todos los medios de buscar justificaciones, que apoyen la idea de que nosotros no podemos estar errando, de que no somos tan imperfectos, sino que lo es el otro, por ser inferior o distinto.

Mejor atribuir a los demás la culpa, que tener que admitir que estamos equivocados. Pues esto, podría poner en peligro nuestra más profunda esencia. Además, el complejo de culpabilidad no es lo deseable por nadie. Mejor “echar balones fuera” que cargar con la culpa.

La motivación del hombre es creer que está en lo cierto. Reduciendo la disonancia, conseguimos mantener una imagen positiva de nosotros. Esto en realidad, es una postura defensiva del Yo, que, aunque puede ser útil a corto plazo, puede tener consecuencias desastrosas.

Los extremos, una vez más, son catastróficos. La altísima autoestima que nos suelen dar los otros, hace que, si hacemos algo mal, o hasta cruel, tendamos más a justificar esta acción, que, si tuviéramos una autoestima baja.

En este segundo caso, podríamos entender mejor, algo que está mal en uno mismo, o que hemos hecho mal, ya que sería concordante con la idea que tenemos de nosotros, y no nos supondría ningún problema reconocerlo.

Con un alto concepto personal, si hacen algo que está mal, la disonancia que invade a estas personas, aun es mayor. Porque su certeza de ser muy bueno, no coincidiría en absoluto con la conducta reprobable que ha cometido, y tienen que reducir su malestar disonante, pensando que no es para tanto, y echando fácilmente la culpa a otros.

Con frecuencia, las personas hacen todo lo posible por justificar sus acciones, y convencerse a sí mismas (y a los demás), de que lo que han hecho es lógico y razonable, aunque no lo sea en absoluto.

Cuando hacen algo absurdo, ilógico o inmoral, la mayoría de los que tienen un exagerado buen concepto de si mismos, tienden a pensar que, si lo ha hecho, es porque debe existir una buena razón para ello, e intentan por todos los medios encontrarla, incluso aunque se la tengan que inventar, creyéndose luego su propia invención. Los perjuicios, fanatismos, racismos, fundamentalismos… se basan en estas creencias.

Ver las peores cosas en los demás, supone un enjuiciamiento, muchas veces gratuito, en el que no tenemos en cuenta muchas cosas que deberíamos tener, a la hora de opinar sobre otros. Como, por ejemplo, conocer su inteligencia, su moralidad, su carácter, sus circunstancias, y muchísimas cosas más. Pero nos pasamos la vida enjuiciando.

Una manera de “mantener a raya” nuestro narcisismo, es hacer un ejercicio de honestidad, y de humildad. Es bueno de vez en cuando, al menos, para no auto engañarnos, ya que lo cierto, es que todos nos equivocamos.

Es sabio recordar que nadie es infalible ante la vida, ni ante el fracaso. Es acertado tener presente que todos tenemos defectos y cometemos errores. Por mucho que nos puedan alabar o encumbrar, los mismos que han hecho esto, también nos pueden denostar en cuestión de segundos. Mucho mejor no creerse demasiado las críticas, ni tampoco los reconocimientos.

Lo que todos hacemos, obedece a las mismas razones: porque evitamos ser peores que otros. Porque no miramos con objetividad nuestros propios defectos.

 

LOLA LOPEZ

AUTORA DEL LIBRO MINDFULNESS EMPRESAS. “LA EXCELENCIA EMPIEZA EN TI”.      PIDE TU LIBRO :  http://myBook.to/MindfulnessEmpresas

TALLERES Y CURSOS DE MINDFULNESS PARA EMPRESAS. MINDFULNESS PARA LA EXCELENCIA EN EL LIDERAZGO

Webs: www.lolalopezpsicologia.com |  www.mindfulness-empresas.com

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X