La vida de las personas se ve salpicada de frustraciones, más o menos complejas, que tenemos que gestionar. A veces esperamos durante mucho tiempo una cosa y esta nunca llega, o nos llega lo contrario. Esto nos produce un sentimiento de contrariedad, y en consecuencia, nos frustra. También se dan cosas que sin esperarlas, nos hacen sentir mal. Nos produce frustración

La tolerancia a la frustración comienza de pequeños, cuando nuestros mayores retrasan intencionadamente el tiempo que tardamos en conseguir algo, pues saber esperar una recompensa, o alguna cosa que deseamos fervientemente, es la base de la gestión del estrés. Nos hacemos mas fuertes cuanto mas practicamos la paciencia y cuantas mas frustraciones hayamos sabido y tenido que gestionar.

De adultos hay muchas cosas que no dependen de nosotros, que también nos frustran. Por ejemplo, aplicar a un puesto de trabajo y que este sea para otro, no obtener la recompensa que esperábamos, no ser reconocidos nuestros méritos, que alguien no responda a nuestras expectativas, que alguien no nos demuestre su afecto… No todo sale como esperamos.

Pero muchas veces, somos nosotros quienes generamos nuestra propia frustración, por ejemplo tratando de alcanzar metas que no son realistas, malinterpretando las situaciones, distorsionando negativamente algún hecho real, o simplemente agrandando un pequeño inconveniente hasta hacerlo gigante. Y esto ocurre con frecuencia cuando hacemos de las cosas que nos pasan dramas terribles, y cuando hacemos de nuestros deseos, necesidades.

Cuando esto ultimo ocurre, nos sentimos en la obligación de cubrir esa necesidad, que según nos hemos contado, necesitamos a cualquier precio, sin caer en la cuenta de que en origen era un simple deseo, y que estos a veces se cumplen, y otra veces no. Que no pasa nada si no lo obtenemos. podemos seguir viviendo y enfocándonos en otras cosas que ya tenemos. Podemos cambiar la estrategia en el caso de querer intentarlo de nuevo, o introducir nuevas variables que no utilizamos la vez anterior.

Para que se cumplan, bien es cierto que debemos trazar un plan y ponernos en marcha, pero cuidado!. Todos los planes llevan su tiempo. No queramos que sucedan las cosas a la voz de «ya». Esto constituye un elemento desmotivador y de frustración. Las cosas llevan un tiempo oportuno y cuesta conseguirlas en la mayoría de los casos, sobretodo si son cosas importantes para nosotros.

Una baja tolerancia a la frustración nos hace estar estresados la mayor parte del tiempo, de hecho, cuando nos sentimos frustrados se disparan en nuestro cerebro las mismas áreas que cuando nos sentimos estresados, como la amígdala, y se activa la parte derecha de nuestra corteza prefrontal que esta relacionada con las emociones negativas. Se dan sentimientos y emociones parecidas de indefensión, tristeza, apatía, impotencia, ira, enfado…

Conocerse uno a si mismo ayuda en la gestión emocional de aquellos sentimientos que se despiertan cuando nos frustramos. Debemos reconocerlos como negativos y producidos por algo no nos haya gustado o no se haya dado según nuestros planes. Saber gestionar la frustración, y darnos cuenta de que no podemos estar permanentemente centrados en lo malo que nos pasa, como si solo nos ocurrieran a nosotros cosas malas en todo el universo, que es lo que a veces sentimos cuando algo nos frustra, es lo peor que podemos desear para nosotros mismos.

No te centres en ti y en tu ego, piensa que tal vez tu has contribuido a que lo que te ha decepcionado haya ocurrido, y que de todo se aprende, y todo puede tener solución, y en el caso de que no hayas tenido nada que ver, piensa que a una cosa mala, sucede otra buena, o a muchas malas, suceden muchas buenas, pero no te mires al ombligo. Que las emociones son pasajeras y como tales hay que experimentarlas, pero no quedarse anclado demasiado tiempo en la frustración.

Si algo te hace sentir mal durante mucho tiempo, reflexiona para ver que te estas contando a ti mismo al respecto. La mente se cree todo lo que sentimos, aunque no corresponda a un hecho real. Cuida tus palabras, que son el preámbulo de la emoción, y sobre todo, mira bien lo que te estas reprochando. El sentimiento de culpabilidad no sirve para mucho casi nunca. La autoexigencia desmesurada nos hace inflexibles ante las frustraciones.

Se junco, no estaca. Nada en la vida es lineal. Se dan altos y bajos. Vamos en zig-zag la mayor parte del tiempo y hay que ir acomodándose a todo lo que va llegando. ¿Para que quedarse rumiando las frustraciones?

Lola López

 

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