Cuando ante una situación de caos, de crisis o de estrés descontrolado, respondemos para defendernos, lo solemos hacer con la respuesta de lucha-huida a la que estamos acostumbrados, que es la respuesta más básica y esencial para la supervivencia. Esta respuesta se deriva de que nuestro cerebro nos pone en situación de alarma, y reaccionamos instintivamente sin antes pensar la respuesta, defendiéndonos reactivamente, o escapando con rapidez de la situación que nos causa el estrés.

Pero hay que tener en cuenta que cuando el peligro no viene de fuera, sino que es creado por nuestra mente, por ejemplo al tratar de no sucumbir ante alguna tentación que nos es perjudicial, esta misma respuesta, no es útil ni razonable, pues es una lucha contra nosotros mismos. Por eso, la respuesta de pausa y reflexión, que hace lo opuesto de la de lucha o huida, es una respuesta adecuada. En lugar de acelerarte el corazón, te lo calma, mantiene tu presión arterial estable, tu respiración normal, profunda en vez de acelerada, los músculos relajados y el cuerpo se prepara para la calma, en vez de para la acción.

El objeto de la respuesta de pausa y reflexión es sumir al cuerpo en un estado más calmado, sin sedarle demasiado. El objetivo, en vez de paralizarnos ante un conflicto interior, derivado de tus preocupaciones e interpretaciones exageradas sobre las cosas que nos ocurren, es darnos libertad para actuar con más flexibilidad y ponderación.

Cuando estamos estresados, el Sistema Nervioso Simpático toma el mando. Esta parte de nuestra fisiología nos ayuda a luchar o huir. El corazón late deprisa, y la sensación de ansiedad e ira nos hace sentir realmente mal. Cuando conseguimos controlarnos y pausarnos, podemos compensar el funcionamiento del Sistema Nervioso Simpático, con el Parasimpático, que es el contrapunto para volver al estado de normalidad. Entonces podemos reflexionar, en vez de rumiar los problemas. Sube la variabilidad de nuestro ritmo cardiaco, y esto, según estudios sobre el estrés, nos ayuda a estar mas centrados y lidiar mejor con situaciones estresantes.

Podemos decir que la respuesta de pausa y reflexión, cuando no dejamos de dar vueltas a las cosas malas que nos pasan, incrementando la visión negativa de las mismas, hace que reforcemos el  autocontrol. Esto nos lleva a tener más fuerza de voluntad para conseguir lo que queramos. O dicho de otro modo, si la variabilidad de tu ritmo cardíaco es alta, tienes más fuerza de voluntad disponible para combatir situaciones difíciles y tentaciones dañinas para ti.

Cualquier cosa que estrese el cuerpo o la mente puede interferir en el autocontrol, de esta forma, sabotea la fuerza de voluntad.

Sin embargo, podemos hacer cosas para activar la fisiología del autocontrol. Por ejemplo, meditar. Con la meditación mindfulness podemos tratar de respirar mas despacio, quietos, sin movernos. Al respirar mas despacio, la variabilidad del ritmo cardiaco sube, la corteza prefrontal se activa. De esta manera, el cerebro y el cuerpo entran más fácilmente en estado de autocontrol.

El instinto de la fuerza de voluntad es algo que nos proporciona muchos beneficios. Nuestras decisiones serán más coherentes y reflexivas, seremos capaces de trabajar cada vez mejor el largo plazo y retrasar la recompensa, lo que nos hace ser más fuertes y resilientes, impidiendo que sucumbamos ante acontecimientos  o situaciones difíciles.

Pero es preferible que elijas bien tus batallas de fuerza de voluntad, porque si abusamos de nuestro autocontrol, gastamos innecesariamente nuestras energías. Podemos llegar a “quemarnos”. También demasiada fuerza de voluntad puede ser mala para la salud.

La biología del estrés y la del autocontrol son  incompatibles. Tanto la respuesta de lucha o huida como la de pausa y reflexión tienen que ver con la gestión de nuestra energía psíquica, pero ambas, redirigen la fuerza y la atención de maneras muy distintas. La respuesta de lucha o huida llena al cuerpo de energía para que actúe sin más dilación, de esta forma, envía esa energía a otras partes de nuestro cuerpo, quitándola del cerebro, que seguramente en ese momento, la necesita para tomar una decisión sensata bajo el autocontrol

El estrés que percibimos en el entorno nos impulsa a centrarnos en las metas y los resultados inmediatos, a corto plazo, pero el autocontrol exige por nuestra parte, una visión más de conjunto. Tenemos malos hábitos que no solo reflejan una falta de autocontrol, sino que nos quitan demasiada energía, y nos crean mas estrés. Por ejemplo en el caso de las adiciones, el estrés se ve disminuido por la toma inmediata de la sustancia adictiva, pero a la larga merma el autocontrol y crea aun mas estrés, acabando en una pescadilla que se muerde la cola y hace cada vez más difícil salir de la adicción.

Pero la mejor autodefensa, es el autocontrol cuando pasamos por una situación estresante que nos hace dependientes de algo. Es muchísimo mejor usar nuestra energía para el desarrollo de la fuerza de voluntad, que usarla para defendernos instintivamente, cuando no necesitamos que sea así. Porque muchas veces, no lo necesitamos, pues agrandamos los problemas con nuestras interpretaciones, sufriendo mas y reforzando la sensación de malestar

La vida moderna exige que nos controlemos tantas veces, y en tantos sentidos, que nuestra fuerza de voluntad se agota. Cuando  la voluntad nos falla, y sucumbimos ante estrés y la depresión,  no quiere decir que seamos débiles, a veces refleja lo mucho que nos hemos esforzado por luchar por todo aquello que nos hace sentir mal..

Lola Lopez

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