La empatía es la base de la compasión, del saber entender al otro.  De sentir a los demás, y saber tratarlos. Además, es uno de los componentes de lo que llamamos inteligencia emocional.

La inteligencia emocional en la vida, como en el trabajo, es uno de las mejores herramientas que podemos poseer, pues facilita las relaciones entre las personas.

Ya sabemos que, para obtener mayores beneficios, en general para lograr el éxito, la inteligencia social, tiene una importancia aun mayor, que el Coeficiente Intelectual, o Inteligencia general de las personas.

Percibir lo que piensan y dicen otras personas, es una capacidad básica de que disponemos, para relacionarnos socialmente. En esto consiste la empatía, que tan necesaria es para poder tener interconexión saludable y productiva, con las personas que nos rodean.

La conexión con otros seres vivos es imprescindible para nuestro propio desarrollo y para nuestra salud mental. Por eso es tan importante construir relaciones sanas y adaptativas.

Cuando alguien es capaz de descifrar las señales que otros le envían, señales que pueden ser auditivas, visuales, expresiones…etc., lo llamamos empatía. Cuanto mas claro percibamos a los demás, y lo que necesitan, más fácil será nuestra relación con ellos y mas partido sacaremos de nuestra sociabilidad en todos los ámbitos. La capacidad de descifrar las señales que nos manda el otro, es empatía. Esto también se requiere una dosis de sensibilidad.

Daniel Goleman, psicólogo estudioso del tema, distingue tres tipos de empatía: la cognitiva, la emocional, y la preocupación empática.

La capacidad de ver el punto de vista del otro es la empatía cognitiva. Si conseguimos ponernos en la perspectiva del otro, nos será más fácil formular las cosas de forma que sea más entendible para el que tenemos enfrente.

Por ejemplo, un jefe que consiga más empatía conseguirá explicar mejor las cosas, y que todo el mundo entienda sin interferencias, lo que hay que hacer.

A veces hay que corregir las corazonadas iniciales que tenemos acerca de ello y buscar información para entender los razonamientos y punto de vista de los demás.

Cuando hablamos de “tener química” con alguien es cuando sentimos a alguien y podemos transmitirle a la vez, que le sentimos. Muchas veces, solo en base a las reacciones que detectamos en él.  Este tipo de empatía es la emocional. Esta inteligencia emocional, está en relación directa con nuestras “neuronas espejo” que nos permiten tener un contagio emocional con los demás, con el fin de relacionarnos mejor.

 Por último, cuando tenemos esta  clase de empatía, llamada preocupación empática, es cuando sabemos apreciar lo que necesita el otro en ese momento y nos percatamos de nuestra disposición para ayudarle cuando lo necesita. Así mismo, podremos transmitirle que le comprendemos y que estamos dispuestos a ayudar

Cuando conseguimos sentir, entender y ponernos en el lugar de la otra persona, estamos propiciando que se despierte la compasión, el sentimiento prosocial. Podemos así sintonizar con los demás, y de paso, estamos creando el escenario apropiado para que fluya una buena relación con alguien.

La inteligencia emocional tiene sus propias partes en el cerebro, distintas a las ejecutivas, o a las propias del sistema racional. La amígdala derecha, por ejemplo, es un centro nervioso relacionado con las emociones, y es lo que nos hace disponer de una autoconciencia emocional, o sea, nos da la capacidad de poder comprender nuestras emociones y sentimientos.

Esta autocomprensión, es el primer paso para poder comprender a los demás y poder sentir empatía por ellos.

Además de la amígdala derecha, las emociones también dependen de una parte del cerebro llamada ínsula. La ínsula, tienen una función crucial en la empatía. Se activa cuando empezamos a percibir nuestras sensaciones más elementales. Debajo de la parte del cerebro que piensa, se encuentra la zona límbica, relacionadas también con las emociones.

 Las emociones son imprescindibles para la supervivencia física y social.

El hombre desde el principio de los tiempos necesita estar en sociedad, crear grupo para cooperar y sentirse seguro. La sensación de pertenencia es necesaria para subsistir, pero cuando entra en juego la competitividad y la individualidad, y nos dejamos arrastrar por la codicia, la avaricia, la envidia, y otros sentimientos antisociales, nos alejamos de una de nuestras finalidades, que es ponernos al servicio de todos para el beneficio común.

Si la actitud que adoptamos es de compasión, nos costara menos crear lazos de amistad y vínculos de confianza. Tan necesarios para nuestra subsistencia en grupo. Si la fortaleza que tenemos es la empatía, nuestra inteligencia social nos propiciara múltiples beneficios.

El sentimiento de interconexión con los seres vivos es necesario incluso para la salud física.

Ser sociable, también puede ser un objetivo premeditado. Tratar de comprender a otros seres humanos, nos suma.  Por ello, no deja de ser un propósito deseado para cualquiera.

Cuando emitimos un sentimiento positivo hacia otra persona, aunque a ella no le llegue directamente, nosotros nos beneficiamos de ello al empaparnos de ese sentimiento. Al visualizar al otro positivamente, emitimos aceptación y estima, irradiamos compasión, e interiorizamos al momento ese sentimiento. No de una forma intelectual, sino como un reflejo automático de nuestra propia emoción.

Si, por el contrario, emitimos un sentimiento negativo hacia alguien, igualmente, aunque no le llegue, el cerebro está procesando esa información, y acabara afectándonos a nosotros. Es un sentimiento toxico que empieza a dejar su huella en nuestra mente.

La empatía nos encamina hacia la generosidad para con los demás, y es esta forma de cooperación, la que nos hace avanzar en grupo y sentirnos bien. Y no hay anhelo más grande para cualquier ser humano.

¿No merece la pena salir de nuestro ensimismamiento y proyectar nuestra empatía hacia los demás?

 

LOLA LOPEZ

AUTORA DEL LIBRO MINDFULNESS EMPRESAS. “LA EXCELENCIA EMPIEZA EN TI”.      PIDE TU LIBRO :  http://myBook.to/MindfulnessEmpresas

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