¿Cuántas veces hemos considerado que las personas capaces de realizar muchas tareas a la vez eran sobre dotados, o más listos y eficaces que los demás, y que prometían un mayor rendimiento?
Esta idea de que los que podían hacer mas cosas a la vez, eran más inteligentes, nos la hemos creído durante mucho tiempo, pensando que estas personas estaban más capacitadas para producir más eficazmente. Ahora sabemos que esto es un contrasentido.

Nuestro cerebro consciente, solo puede hacer una cosa cada vez.

 Se puede realizar más de una tarea, siempre y cuando, estén tan automatizadas en nosotros, que no necesitemos prestar mucha atención.
La diferencia estribaría en que no necesitamos tener toda nuestra consciencia en ello. Por ejemplo, conducir y oír música al mismo tiempo. Ambas tareas, nos permiten poner nuestro piloto automático en funcionamiento. Como son conductas que ya poseemos en forma de habito adquirido, podemos hacerlo sin prestar mucha atención. Aun así, aunque lo hagamos de forma automática o semiconsciente, tenemos también que prestar alguna atención, para que fluya la conducta. ( no podríamos conducir si no prestamos atención a la carretera por ejemplo)

Pero cuando se trata de tareas que requieran realmente nuestra plena atención, la multitarea es contraproducente.

La multitarea, disminuye considerablemente nuestra claridad mental, y perjudica nuestro rendimiento.

La forma de rendir más, empleando menos esfuerzo, es precisamente estando mas conscientes y atentos a la tarea que tenemos entre manos, ya que el modo contrario, es decir, en un estado de inconsciencia y distracción, necesitaríamos muchísimo más tiempo, para rendir la mitad. Todo lo que sea desviar la atención de lo que nos ocupa, es una distracción.

Manteniendo la consciencia y la atención plena en una sola tarea, conseguimos que, haciendo menos, a la larga hagamos más.

Cuando tratamos de gestionar varias tareas a la vez, que requieren nuestra atención, se produce una, digamos disfuncionalidad, en nuestro neocórtex o cortex prefrontal, y es que nuestras dos partes del neocórtex (derecha e izquierda), se descompasan y empiezan a funcionar separadamente, cuando lo idóneo es que formen un tándem armónico.

Aunque nos dé la impresión de que si somos capaces de hacer, dos o tres cosas al mismo tiempo, que requieran nuestra atención, lo que hacemos en realidad es simultanearlas.

El cerebro humano es muy rápido cambiando de tareas, por eso a veces tenemos la impresión de que lo podemos abarcar todo, cuando lo que solo hacemos es pasar de una a otra.
El inconveniente que esto conlleva es que el tiempo que perdemos en pasar de una tarea a otra, ralentiza nuestro funcionamiento cerebral y hace que perdamos mucho más tiempo, que, si hiciéramos una tarea primero y al acabar esta, empezaramos con otra.

Aunque sean tan solo unos segundos, el pasar de una tarea a otra, tiene unos efectos perjudiciales:  

  • nos hace perder mucho tiempo, ya que vamos acumulando los segundos que tardamos en ir de tarea en tarea. 
  • rendimos como si nuestra capacidad intelectual estuviera por debajo de la que te tenemos realmente. La dispersión, nos hace mens eficientes.
  • El tener varias tareas entre manos, y cambiar constantemente de una a otra, agota nuestras reservas cognitivas, haciendo que cometamos más errores.

Por eso la mejor manera de centrarse en una tarea, es ignorar todo aquello que nos llame la atención incesantemente en esos precisos momentos.

Desgraciadamente tenemos muchas fuentes externas que nos distraen y reclaman nuestra atención, por lo que nada mejor que tener entrenada nuestra mente, para no dispersarnos.

Les estímulos externos distractores, tienen el inconveniente añadido de que nos atraen peligrosamente, pues prometen una recompensa inmediata que nos estimula, y adicionalmente, un atractivo novedoso que nos “secuestra” fácilmente.

Es el caso por ejemplo de alguien que trata de redactar un e-mail en el ordenador, y a la vez, se deja “capturar”, por otro e-mail que le entra, o contesta un WhatsApp que ha sonado en su teléfono de forma inmediata. Y todo casi a la vez.
Nuestro instinto natural es atender cada cosa. No perdernos nada. En esto consiste la impresión que necesitamos tener de lo que somos capaces, de que llevamos los mandos. Esta impresión es a todas luces ficticia, ya que no podemos controlarlo todo.
No por mucho hacer, hacemos más. Si el rendimiento lo medimos en calidad, y no en cantidad, seremos mucho más eficientes, lograremos mejores resultados, haciendo solo una cosa, que si nos empeñamos en abarcar y llevar al límite nuestras capacidades realizando un montón de tareas casi a la vez.

La incidencia del estrés en el trabajo se ve aumentada por la multitarea.

Ante una realidad social y laboral, que demanda respuestas rápidas y efectivas por nuestra parte, nos vemos más desbordados, por nuestra tendencia a la dispersión.

 Cuando las tareas que tenemos entre manos son más complejas, hay más razón para tratar de centrar toda la atención solo en esa tarea.

Algunas veces nos sentimos agotados al final del día, y reflexionando, nos damos cuenta de que no hemos acabado lo que pretendíamos, o no hemos terminado lo que era más importante. Sin embargo, estamos agotados, y es porque hemos estado atendiendo demasiadas cosas.
Nuestro cerebro, que consume hasta el 25 % de toda la energía de nuestro cuerpo,. Cuando lo sometemos a tal desgaste, emplea mucha más glucosa. Energía que podría necesitar para otras muchas cosas que le son necesarias
 Además, esta sensación de agotamiento aumenta nuestro estrés, con todos los problemas asociados que conlleva.

Al centrarnos solo en una tarea, tenemos la oportunidad de vivir el momento y la experiencia en el presente, como si fuera única, lo cual nos pone en el terreno de resolverla mejor, y también de disfrutarla más.

Como es contraproducente centrar nuestra atención demasiado tiempo en una tarea, nuestra mente, también necesita de momentos de descanso, o pausas intencionadas, después de largos periodos de concentración.

Focalizar la tarea plenamente nos lleva a poder hacerla bien, cometiendo menos errores y siendo más productivos. Esta es una habilidad que también podemos aprender. 

Tony Schwartz, estudioso de la excelencia en el mundo empresarial, dijo:
“paradójicamente, el mejor modo de hacer más parece ser dedicar más tiempo a hacer menos… lo que incrementa la productividad, el rendimiento, y por supuesto la salud”.
Esta forma de rendir más, tratando de hacer menos, es un entrenamiento mental que se consigue con mindfulness.

LOLA LOPEZ

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