Somos seres racionales, pero también emocionales. No podemos perder de vista el hecho de que la mayoría de las decisiones las tomamos desde la emoción, desde lo que sentimos que es lo mejor o nos va a beneficiar más.
Las emociones inciden mucho más directamente de lo que creemos, en lo que nos pasa, por eso es tan importante sentirlas.
Saltar olímpicamente sobre ellas, especialmente sobre las negativas, para no tener que sufrirlas, no resulta tan practico a la larga, pues, aunque queramos negarlas o evitarlas, no desaparecen. Siguen estando ahí. Si no las afrontamos, nos pueden incordiar durante mucho tiempo.

La emoción es nuestra conexión con lo más elemental que somos, y con el mundo que nos rodea.

Las emociones son señales básicas que nos han ayudado y siguen haciéndolo para sobrevivir como individuos y como especie. Pero vivir deprisa hace que las ignoremos, tapándolas o reprimiéndolas, para que no nos incordien, cuando en realidad, son el eje fundamental que dirige nuestros pasos y nos hacen estar bien o mal.

A veces, las emociones son breves y otras veces no. Pero es habitual que nuestra reacción a lo que estamos sintiendo, a la emoción, la amplíe e incluso la alargue indefinidamente.

No podemos desligar nuestras emociones del plano laboral, pues estas, se generan también con lo que nos ocurre en el trabajo, con las relaciones interpersonales que tenemos dentro de él. En este terreno, también tenemos que establecer un contacto directo con lo que sentimos, entender lo que nos pasa, aceptarlo para controlar mejor nuestros impulsos.

Cuando son muy intensas, pueden ocurrir dos cosas, o bien, que las emociones toman el mando y nos desborden; es decir, se apoderan de la mente. O bien que consigamos controlarlas por nuestros propios medios, y haciendo uso de nuestros mecanismos de defensa. De esta forma, conseguimos tener cierto control sobre ellas.

Tratar de reprimirlas para no vivirlas, no sirve de nada. Lo único que conseguimos es colocar en primera línea de batalla nuestros recursos, para ignorarlas, y no para reconocerlas y aceptarlas. Lo cual, a la larga nos pasa factura. El conflicto acaba saliendo a la luz de una u otra forma.

Las emociones no se pueden tapar, aunque sean negativas y no nos gusten, debemos vivirlas. Sentir como nos marcan. Pero sin dejarnos llevar por ellas. Por eso, además de las emociones que se activan, también hay que tener en cuenta nuestra reacción a ellas.

Nuestras reacciones mesuradas y proporcionales son el peso de la balanza que impiden que nos desborden.

Hacer un distanciamiento de la emoción, establecer un espacio entre la emoción y nuestra innata reacción ante ella, nos evitara muchos disgustos. Se trata de responder desde la calma, no de reaccionar inconscientemente.

Los pasos para poner las emociones a nuestro favor, aunque estas sean negativas, son:

Primero reconocer la emoción mediante la autoconciencia. Sin dejarnos llevar por las causas de esa preocupación o las ideas al respecto. Se trata de conectar con la emoción. Sobre todo, si es un sentimiento de angustia. Por eso hay que vivir los procesos de duelo cuando nos llegan.
Segundo, aceptar el hecho de que hay preocupación, o es una emoción que nos hace sufrir, y de que no hay nada malo en ello, pues es una más de nuestras experiencias.
No debemos culparnos ni culpar a nadie por ello, ni agobiarnos, ni rumiar. Solo tenemos que aceptar ese momento con amabilidad hacia nosotros mismos.
Lo tercero, abrazar o acoger esas sensaciones asociadas, que nos trae la emoción. Mindfulness nos ayuda a acoger la emoción de forma natural, así podemos tener una buena regulación emocional.
Cuarto: Mirar al interior de uno mismo con amabilidad y con paciencia. Explorar las causas profundas de donde sale la preocupación. Tratando de ver los motivos que la generan.
Por último, desarrollar ecuanimidad, viendo el proceso de forma impersonal. Al verlo como observador imparcial, entendemos al fin, que el problema puede no ser tan grave. Le quitamos hierro para no agrandarle.
Las emociones son fenómenos pasajeros. Ante una emoción de infelicidad, podemos elegir no quedarnos enganchados a ella, lo que nos acarrearía un estado de tristeza y depresión, sino darle espacio para después despedirnos de ella. Para evitar quedarnos con sentimientos negativos.

Aliándonos con la emoción en vez de enfrentarla, estaremos más cerca de la despreocupación y la solución. Y, sobre todo, viviendo el momento, aunque no nos guste demasiado, siendo conscientes plenamente de lo que estamos viviendo.

La relación de las funciones emocionales y las intelectuales es evidente. El cerebro funciona como un todo. Un todo que podemos modificar si nos lo proponemos. Por eso no podemos hablar de cerebro emocional y cerebro racional de forma aislada, pues ambos están interconectados, se retroalimentan y regulan entre sí.
Así como el esfuerzo y la continuidad en el aprendizaje de cosas nuevas nos protege del deterioro mental, de la misma manera, una buena gestión y entendimiento de nuestras emociones alargaran la calidad de vida de nuestro cerebro y nuestro funcionamiento global, pues las emociones negativas inciden de la misma forma en el deterioro del cerebro.
Se sabe que la ansiedad y la depresión mantenida a lo largo de la vida, acortan también la salud mental y desencadenan enfermedades neurovasculares. Se ha comprobado que un 30% de los enfermos con problemas cardiovasculares, han pasado por episodios de ansiedad y depresión a lo largo de su vida.

La habilidad de saber ejercitar bien nuestro autocontrol emocional, sobre todo cuando se trata de afrontar emociones negativas o desagradables, ayudara a que estas pasen sin dejar huellas irreversibles.

Se trata de tomar distancia de lo que nos sucede y de lo que estamos sintiendo. Hay que reconocer y asumir que la emoción, aunque se sienta como propia, no forma parte de uno. No identificarnos demasiado con las emociones, como tampoco con los pensamientos, es una de las claves del bienestar y la salvaguarda de muchas enfermedades.

Un buen autocontrol de nuestras emociones, que ya hemos visto pasa primero por un reconocimiento, observación, y aceptación, es la base para desarrollar las competencias emocionales que después, podremos aplicar en nuestra vida personal, familiar, social, y laboral. Competencias que forman parte de nuestra Inteligencia emocional.

LOLA LOPEZ

AUTORA DEL LIBRO MINDFULNESS EMPRESAS. “LA EXCELENCIA EMPIEZA EN TI”.      PIDE TU LIBRO : https://lolalopezpsicologia.com/sobre-mi/

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