Estamos determinados por nuestra predisposición genética a pensar en negativo más de la mitad de las veces. Ya sabemos que es algo que hemos heredado de nuestros ancestros, y que el cerebro humano está adaptado de esta manera, para poder sobrevivir en caso de necesidad de huida o lucha.

Es por ello por lo que el pensar en negativo ha sido siempre una cuestión de supervivencia. Pero con el estrés, estos pensamientos negativos se generan mucho más. El problema añadido es que producimos una serie de pensamientos distorsionados que, en vez de protegernos del medio, nos alejan de las soluciones.

Somos nosotros mismos, quienes aumentamos la situación estresante interpretando erróneamente. Generamos con ello una forma incorrecta de adaptarnos al medio y a las circunstancias de nuestro entorno.

El problema ya no se haya fuera de nosotros, es decir, la amenaza no es, por ejemplo, salir corriendo por que un tigre nos persigue. La amenaza ahora la generamos con nuestra forma de pensar.

Llamamos distorsiones de pensamiento a todas aquellas maneras de pensar que estén obstaculizando el afrontar los problemas, o que nos impiden ver la realidad.

Veamos las diferentes formas se sesgar nuestra manera de ver las cosas, mediante los pensamientos distorsionados o negativos que nos asaltan, y las maneras de pensar que nos alejan de nuestras capacidades reales para tomar decisiones, y estar mas ajustados a lo que debemos gestionar y solventar.

  1. Algunas veces, tenemos una especie de filtro muy estrecho en la mente que no nos deja ver la situación en su totalidad, haciendo que nos fijemos solo en un aspecto, sobrevalorando la importancia de este aspecto, e ignorando al resto. Esto nos aleja de lo que realmente estamos valorando, y nos aproxima a una parcialidad que es negativa por la limitación en que afrontamos el problema. Es como “llevar orejeras”.
  2. . En otras ocasiones, vemos las cosas de una forma extremista. Podemos pasar de una postura a la      contraria sin que haya un término medio. A esto es a lo que llamamos pensamiento polarizado. Este tipo de pensamientos impide que observemos la realidad de una forma neutral, posición desde la cual se analizan mucho mejor los pros y los contras.
  3. Puede producirse también la sobre generalización de pensamiento. Es cuando a partir de un hecho aislado, pensamos que todo va a ser igual. Es decir, lo hacemos extensible a cualquier cosa que nos vaya a ocurrir. Por ejemplo, cuando podemos pensar “no me han llamado de ese trabajo para contratarme porque no soy valido”, y a partir de este pensamiento, generamos la idea de “nunca me llamaran de ninguna parte”. Extendemos un suceso puntual, al resto de lo que nos vaya a pasar en adelante. Partimos de una evidencia concreta, pero empezamos a pensar en el futuro negativamente, por una generalización de esta evidencia.
  4. Otros pensamientos que nos obstaculizan nuestra forma de entender adecuadamente las cosas, es cuando hacemos juicios. Al hacer un juicio o etiquetar una persona, acontecimiento o situación, por una primera impresión, tendemos a seguir interpretando en la misma línea, pues iremos fijándonos en aquellos hechos, opiniones, conductas de esa persona, ideas, etc. que sean concordantes con este primer juicio o etiqueta. Evitamos así que se produzca una disonancia incomoda entre nuestro juicio y la realidad.
  5. Hay una manera de pensar que nos proporciona mucho sufrimiento y esta es, la visión catastrófica. Este es el típico modo de pensar de las personas aprensivas o que tienden a ver siempre la botella medio vacía. Puede que, ante el hecho más insignificante, lo amplifiquen generalizando la catástrofe en su vida y que se derivaría de este simple hecho. Es el pensamiento recurrente del “y si…”. Pensamiento negativo por excelencia.
  6. Cuando nos podemos sentir muy mal o criticarnos, solo por el hecho de interpretar que lo que le pasa a alguien es por nuestra culpa. Personalizamos el problema en nosotros y analizamos una y otra vez el hecho.
  7. A veces nuestro pensamiento esta distorsionado por las llamadas “falacias de control”. Es cuando la persona se auto percibe como responsable de todo lo que ocurre a su alrededor, y de todos los que están en su entorno, tomando así el control inconsciente de las situaciones. También puede pensar lo contrario: que es controlada por otros. En ambos casos existe un control que, según esta idea, nos determina. Seamos o no culpables de ello.
  8. En otras ocasiones, creemos una cosa, y nada ni nadie nos hace valorar si estamos equivocados o no. Somos incapaces de ver algo más tras ello, pues nuestras emociones están involucradas de tal manera que refuerzan una y otra vez esta forma de pensar. No tiene que ver con la “estrechez de miras”, pues seguramente hemos ampliado el análisis y examinado cada detalle, sin embargo, nuestro punto de vista es inamovible. Estos son los pensamientos que condicionan realmente lo que hacemos. El problema surge cuando la idea es equivocada o nos puede traer sufrimiento en el futuro.
  9. Tendencia a creer que lo que nos pasa o nos puede pasar, depende solo de los demás. Es decir, dejamos nuestro posible bienestar en manos ajenas. Incluso se lo exigimos. Por ejemplo: cuando pensamos que solo cambiaremos algo que no está bien en nosotros, cuando alguien nos presiona desde fuera. Otras veces pensamos que seremos más felices cuando los demás satisfagan nuestros deseos y expectativas. La consecuencia que se deriva de esto es que siempre haremos responsables a otros de que no nos pasen cosas buenas o de que hagamos cosas incorrectas.
  10. A veces ponemos etiquetas en base a una o dos cualidades, y lo generalizamos a otras muchas cosas. Hacemos juicios globales. Esto nos cierra la posible interpretación de cosas nuevas o distorsiona la imagen real de lo que hemos enjuiciado.
  11. Pensar que otros tienen la culpa de las decisiones que tomemos y si algo sale mal, nosotros no somos los culpables, a pesar de que seamos quienes lo hayamos elegido. La persona asume que es responsabilidad de los otros lo que ellas elijan y decidan.
  12. El pensamiento recurrente de “los debería”. La distorsión en este tipo de pensamiento hace que la persona se comporte de acuerdo con unas reglas inflexibles. Este pensamiento se puede identificar por términos como “deberían de”, “habría de…” o “tendría que…”. Lo interesante es que esta regla no solo la aplica a los demás, sino también a sí misma. Siempre con una autoexigencia o exigencia hacia la demás desmesurada.
  13. Pensar que uno siempre tiene razón. En este tipo de pensamiento la persona tiende a estar permanentemente a la defensiva. Generalmente se siente obligada a probar que su punto de vista es el correcto, que su valoración del mundo son las justas y sus actos son siempre los más apropiados. Generalmente estas personas tienen problema para escuchar a otros o aceptar nuevos conocimientos, lo que hace que difícilmente sus opiniones puedan cambiar. Y si las evidencias no encajan en lo que ellas dicen o creen, las descalifican o ignoran.
  14. Pensar que alguien o algo por encima de ella, le recompensara. El problema surge cuando todos sus actos van encaminados a comportarse adecuadamente porque siempre habrá algo o alguien que le premiará por ello. Cree que, a través del sacrificio extremo, no tendrá más remedio que llegar la recompensa.

Cuando entramos en situación de distrés (estrés que se escapa a nuestro control), generalmente se dan alguno de los pensamientos mencionados, generandonos más ansiedad o conflicto interpersonal.

Los pensamientos surgen incontrolados. El problema esta cuando nos creemos lo que nuestra mente genera, nos identificamos de tal manera con lo que pensamos, que nos dejamos gobernar por ello. Entramos en rumiaciones y en bucles viciosos que nos hunden mas y mas en mundos irreales.

No es malo pensar, lo malo es dejarnos arrastrar por los pensamientos sin darnos la opción de observarlos como meros espectadores, desde la distancia, para ser capaces de desmantelarlos en un momento dado o de no dejar que nos dominen.

Mindfulness nos ayuda a no dejarnos arrastrar por el mundo de los pensamientos, pues somos mucho mas que ello, y sabemos que la mayor parte del sufrimiento que padecemos esta creado por ellos. Tal es la fuerza del pensamiento.

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