Se calcula que, en 2030, las enfermedades mentales van a ser las primeras, en el ranking de padecimiento de enfermedades, en toda la población. La depresión, el estrés, los trastornos bipolares…, estarán a la cabeza como epidemias mundiales.
Sin llegar a este punto, se sabe que el bienestar mental, puede prevenir muchas de estas enfermedades, de ahí, que estudios científicos como la Psicología Positiva, estén desarrollando cada vez más, medios y prácticas compartidos, como una gran ayuda para la prevención y el desarrollo del bienestar emocional, personal y social, antes de que desemboque en males mayores.
El bienestar personal pasa por tener una mente sana. Sentirse bien dependerá mucho mas de nuestra interpretación de la vida, de lo que nos ocupemos de nosotros mismos, y de nuestro bienestar físico y mental, que de ninguna otra cosa.
La solución es contactar plenamente con lo que hay en nosotros. Conocernos y aceptarnos. Despojarnos de la búsqueda de reconocimiento ajeno, y tratar de acercarnos a nuestro propio conocimiento.
A veces los problemas, la vorágine laboral y social, nos aleja demasiado de lo que somos realmente, y nos cuesta, o no conseguimos encontrar, el camino de vuelta. No deberíamos tener ningún reparo en pedir ayuda a profesionales de la salud cuando esto ocurre, o plantearnos sin paliativos el hecho de que, como seres humanos, tenemos limitaciones.
Antes que luchar contra lo que nos pasa, y caer en la autoculpablidad, la depresión, la agresividad, o la angustia descontrolada, debemos parar, reconocer, y aprender a soltar lo que no nos gusta, lo que nos oprime y aprisiona. Pues luchar contra lo que nos pasa, acaba convirtiéndose muchas veces en una lucha contra uno mismo.
El concepto de felicidad ha sido estudiado en muchas culturas. Por filósofos, religiosos, científicos… Ha habido una gran diferenciación entre las culturas orientales antiguas y las occidentales respecto a ello. Las primeras se han referido a la felicidad como un óptimo estado interior. Una forma de estar mejor con uno mismo sin necesidad de buscar fuera todo aquello que nos pudiera hacer felices. Lo contrario ocurre en nuestra cultura occidental, mucho más materialista, donde la persecución de dinero, posición social, etc.… ha sido casi siempre, el motor principal de nuestras acciones. Nuestro mundo, está montado de esta manera.
La felicidad es aleatoria, caprichosa, efímera, y, sobre todo, muy personal. Depende de las circunstancias objetivas de cada uno, así como de la interpretación subjetiva de las mismas.
Así la felicidad puede tratarse para algunas personas de tan solo encontrar un trabajo para mantener a su familia, y para otros, de irse a dar la vuelta al mundo. Para unos consistirá en tener muchas cosas materiales, y para otros, disfrutar de una simple puesta de sol.
La satisfacción de cada individuo es una medida individual y subjetiva, y en ella intervienen muchos factores: las experiencias, la situación actual, las metas, las inclinaciones, las prioridades, las necesidades, el carácter…
Pero, sobre todo, es nuestra cabeza la que nos marca si nos vamos a sentir felices con algo o no. Si no estamos psíquicamente bien, el mayor de los premios nos puede no hacer ninguna ilusión. Si no tenemos la resiliencia suficiente para encarar los problemas (y esta fortaleza pasa por nuestra mente), no nos sentiremos bien tampoco, pues nos veremos incapaces e impotentes
Aunque la salud física y mental, y la resiliencia determinan en gran medida lo bien o mal que nos sintamos, lo cierto es que las personas que viven por encima del umbral de la pobreza son más felices que las que tienen que luchar muy duro para sobrevivir. Por tanto, a partir del momento en que nuestras necesidades básicas están cubiertas, ya nos encontramos en otro escenario.
Lo que nos falta, es lo que perseguimos, y a medida que vamos consiguiendo bienestar a través de lo que poseemos, nuestras aspiraciones van siendo más elevadas. Necesitamos más para sentirnos felices. Nos cuesta quedarnos un tiempo prolongado disfrutando lo que tenemos.
Lo curioso es que, tarde o temprano, a todos nos llega el sentimiento de que lo más básico, como el amor, la salud, la seguridad, la estabilidad, la amistad, el compañerismo, la solidaridad… es lo más importante para alcanzar la plenitud y la dicha. La vida nos hace ver, que es a fin de cuentas lo más elevado a lo que podemos aspirar, y que esto, además, nos iguala a todos.
También es curioso que esto se suele producir cuando la vida nos golpea, o cuando conseguimos hacer uso de un descanso prolongado que nos aísle de nuestra rutina habitual, donde nos damos espacio, tiempo y permiso para resetearnos.
Cada uno debe descubrir su propia ruta para llegar a aquello que se parezca más a la felicidad. Cuando la felicidad, de conseguir lo que esperamos, no se da, es muy probable que encontremos la felicidad en la aceptación de lo que tenemos. Al lado de lo que no tenemos o no podemos conseguir, se encuentra lo que de cualquier manera si tenemos y podemos disfrutar. El problema es que no lo hacemos pensando con insistencia en lo que nos falta. Es una cadena sin fin, porque siempre, nos faltara algo, o muchas cosas.
Aunque las depresiones tiendan a extenderse en nuestros días, aunque el hombre cada vez se auto medique más, para tratar de no sentir, aunque la ansiedad haga mella en nosotros, recuerda lo que dijo Stephen Hawking:
“por muy oscuros que sean los tiempos, siempre hay una salida, y esa salida es a la vez, la entrada a algún otro universo”.
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LOLA LOPEZ
AUTORA DEL LIBRO MINDFULNESS EMPRESAS. “LA EXCELENCIA EMPIEZA EN TI”. PIDE TU LIBRO EN: https://lolalopezpsicologia.com/sobre-mi/
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