El lugar de trabajo es un sitio donde pasamos gran parte de nuestro tiempo. Tenemos que convivir, y trabajar en equipo, con personas, que probablemente nunca hubiéramos escogido como compañeros, pero con las que no tenemos más remedio que convivir.
En este ambiente laboral encontramos alguna persona, ya sea jefe, o compañero, que desgraciadamente, no sabemos cómo manejar, tampoco podemos evitar, pero que nos amarga la existencia.
En estos casos, la percepción que tengamos de la persona y de la situación, será importante, pues cuanto más precisa sea, y antes la tengamos, mejor podremos manejarlo.
En el trabajo, como en la vida, a veces, las primeras impresiones son importantes, ya que interpretamos inmediatamente a las personas, en base a esa primera impresión.
Tendemos a juzgar según la interpretación inicial que hacemos de alguien, y después, vamos afianzando esta primera impresión, buscando argumentos que la sustenten.
Es decir, si alguien nos cae bien o mal de entrada, lo que haga después, justificara nuestra opinión, pues tenderemos a seguir interpretándolo de la misma manera.
Por eso debemos tratar de entender estas primeras impresiones, pero no asumirlas sin más, porque siempre corremos el riesgo de juzgar con las gafas de nuestros estereotipos y nuestros perjuicios.
Esto hace que podamos “diabolizar” a una persona, o encumbrarla sin ninguna justificación. Lo que nos aleja de la realidad, y nos impide ver a quien verdaderamente nos puede dañar o ser un obstáculo.
Cuando hablamos de que alguien nos ha caído bien o nos ha caído mal, nada más conocerlo, muchas veces acertamos con nuestra percepción. Aunque otras no.
El problema surge cuando erramos, y damos cabida en nuestra vida, o bien, tenemos que sufrir indefensos, como en el caso de personas impuestas por las circunstancias, a los que no nos benefician. Por el contrario, nos perjudican.
Cuando la primera impresión nos llega por la sensación, por la intuición, y estamos seguros de que no pasa por el perjuicio o el estereotipo, ni porque tengamos un mal día, debemos prestar mucha atención, y hacer caso a lo que llamamos, “sexto sentido”.  Esto, nos evitara muchos quebraderos de cabeza.
Detectar a tiempo a personas conflictivas, es el primer paso para huir de su influencia y de las consecuencias.
Muchas veces no es fácil detectar a las personas toxicas, pues los extremos no existen. Y nadie es totalmente toxico, y no siempre.
Por eso, cuando aún no tenemos una opinión definida sobre ellos, pero notamos que nos influyen negativamente, o que nos amargan la vida, mejor subir la guardia, que bajarla.
Pero el hecho es, que las personas no nos mostramos tal como somos habitualmente, sobretodo en un entorno como el laboral, al menos al principio, sino bajo una imagen social estereotipada que nos ha dado resultado en otras ocasiones, o que consideramos es la correcta. O simplemente, porque nos guía alguna intención.
Es tras esta imagen o “mascara social”, bajo la que se ocultan muchas personas conflictivas, que lejos de ayudarte, significaran un lastre más o menos pesado, dependiendo de lo que dure tu relación con ellas, o más importante aún, de cómo sepas conocerlas y enfrentarlas.
Estas personas conflictivas o vampiros emocionales, consiguen “colocarse” en tu vida, sin darte cuenta. Se van posicionando para robarte tu energía, y ponerla a su disposición. A veces lo hacen, menoscabando tú autoestima, otras tu seguridad.
Algunos ejemplos de estas malas influencias, que vemos en cualquier ámbito, son:
– Las personas manipuladoras. Se las ingenian para salirse siempre con la suya.
-Las ególatras, Necesitan destacar. Ser más que nadie. A veces, hacen ver que son necesarios.
-Las egoístas. Yo, después yo, y siempre yo, y tú eres un mero instrumento para conseguir sus objetivos. Su beneficio es lo único importante.
-Los agresivos verbales. Intentan intimidar levantando la voz o retando con la palabra y el insulto. La falta de respeto y la agresividad suelen ser señales inequívocas de este tipo de personas.
-Los violentos. Buscan el enfrentamiento por la fuerza y el sometimiento.
-Las victimistas. sienten la permanente necesidad de dar pena a los demás y descargar sus miserias. Son incapaces de escuchar, y pasan el tiempo, siendo los protagonistas de una película de desgracias, que es su propia vida.
Solo quieren que les escuches. Y no como consecuencia de algún acontecimiento traumático o problema puntual, sino de forma reiterada. ¡Ojo!  si tú eres de los que “saben escuchar”. Eres un posible blanco.
Como dijo el Dalai Lama “si alguien busca un cubo para echar basura, procura que no sea en tu mente”
Todas estas personas, que entran en una tipología u otra, o comparten más de una de las mencionadas características, suelen “disfrazarse socialmente,” para ser creíbles.
No se trata de enjuiciar a los demás. Tampoco se trata de diabólizar a ciertas personas, simplemente…se trata de escucharnos a nosotros mismos. Tal vez, nuestra primera intuición, sea la que debamos tener en cuenta. Aquella primera sensación que no ha pasado aun por nuestro esquema racional de pensamiento.
Sabiendo quienes son las malas influencias, aunque no podamos eliminarla de nuestro escenario, como ocurre casi siempre en el trabajo, si al menos podremos manejarlo con inteligencia emocional y distancia.
La persona toxica, no se comporta de forma natural, aunque lo parezca. Está al acecho para saltar encima de la víctima que ha elegido, en cuanto pueda, y tú tienes esa sensación de incomodidad que te pone a veces sobre la pista.
Son esas malas influencias que se acercan a ti, unas veces contándote sus penas, otras, intentando utilizarte, otras, halagándote, otras, incluso escuchándote, siempre con doble intención.
Algunas veces criticándote todo, y solo viendo dificultades a tus proyectos. Intentan cortarte las alas. No olvidemos la frase: “si alguien no puede hacer algo, te dirá que tú tampoco puedes”
Estate atento al que intenta echarte siempre la culpa, al agresivo verbal, al que se queja constantemente, al que maldice una y otra vez, al descalificador, al mediocre. Al envidioso, al chismoso, al mentiroso y al soberbio.
La cordura mental y el equilibrio emocional se hayan ausentes en muchas de estas personas, aparentemente normales en sus comportamientos, pero con una alta peligrosidad en sí mismos.
La postura es no juzgar, pero si estar atento a nuestra sensación, y a las emociones que alguien despierta en nosotros, para poder ver de frente, aquellas señales que nos hacen sentirnos incomodos, y poder manejarlas con inteligencia.
Otras veces, debemos hacer un ejercicio de observación y reflexión, sobre lo que nos ha pasado con ellas, para desenmascararlas, y si no sabemos o podemos afrontarles, al menos alejarnos de ellas. Aunque, cuando no podemos salir automáticamente de la relación, no nos quedara más remedio que ser asertivos para defendernos.
Mucho mejor hacer todo esto desde la claridad mental, y desde la emoción.
Parece muy sabia la frase: “He aquí mi secreto. Que no puede ser más simple. Solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos” El principito. Saint-Exuper
Por eso, Confía en ti, y en tu intuición… y desde la calma, toma distancia cuanto antes. Si puedes darte cuenta de que los conflictivos, a su vez también están librando su propia batalla personal en la vida, desde la comprensión, te será más fácil entender, y salir del circulo vicioso.

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