La mayoría del sufrimiento que tenemos en nuestra vida, sin contar con el sufrimiento, que supone por ejemplo la pérdida de un ser querido, una desgracia imprevisible, o una enfermedad, es el sufrimiento que proviene de nuestra interacción con los demás.
El sufrimiento más frecuente que tenemos tiene que ver casi siempre con las relaciones personales, porque es el resultado de como interpretamos la conducta de los demás, y también por como permitimos que nos afecte.
Interpretamos de acuerdo a nuestras expectativas.
Nuestras expectativas hacen que busquemos sin premeditar, a personas que concuerdan con nuestras ideas, con cómo somos y lo que nos gusta, y que eliminemos, dentro de lo que esté a nuestro alcance, a todas aquellas que no concuerden con lo que sea importante para nosotros.
Una vez que ya establecemos este sesgo con la gente que nos rodea, les podemos estar dando a los elegidos, el poder para dañarnos. Mucho más si los lazos que establecemos son afectivos.
La decepción llega, cuando esperamos algo de alguien y este alguien nos defrauda, o nos traiciona, o no nos da un feed-back de acuerdo a lo que pensábamos de él.
Pero esto es normal. Nos pasa a todos. Nuestra tendencia es a tener expectativas.
Las altas expectativas tienen más riesgo de crear decepción y frustración en las personas. Ambas cosas, nos hacen sufrir.
La frustración que nos provoca será directamente proporcional a las expectativas que tengamos puestas en esa persona o la relación con ella.
Por otro lado, tenemos una serie de sesgos personales que nos hacen ver a las personas de una determinada manera.
Uno de ellos, es lo que llamamos estereotipo.
Por ello solemos etiquetar a las personas que no conocemos. Y una vez que hacemos ese etiquetado, tendemos a mantener nuestra primera impresión, buscando opiniones sobre esa persona que soporten racionalmente, o corroboren, nuestro etiquetado inicial.
Es decir, tendemos a seguir buscando cosas que coincidan con nuestra propia visión de las personas y la etiqueta que les hayamos puesto previamente.
Porque nuestra tendencia es a enjuiciar, no a describir a quien conocemos, sino a emitir juicios sobre ellos aun teniendo poquísimo conocimiento para hacerlo.
Aun así, no podemos evitar hacer aseveraciones positivas o negativas sobre ellos.
La forma en que cada uno se ve a si mismo, ya es otro sesgo inicial, para elegir y valorar a los demás, y condiciona nuestras expectativas.
Para optimizar nuestras relaciones con los demás, ¿no sería mejor si tratáramos de quitar de en medio las grandes expectativas? ¿si se sufre con ellas, no es mejor no esperar tanto, sino celebrar simplemente lo bueno que nos dan y demuestran los demás a cada paso y por iniciativa propia?
¿Que ocurre dentro de una organización?
Dentro de una organización, tenemos un número limitado de personas con las que elegir como actuar y relacionarnos. Pero lo cierto, es que cumplan o no con nuestras expectativas, las tenemos que aceptar para trabajar en equipo.
Por tanto, en el trabajo, como en muchos otros ámbitos, donde no tenemos tan libre elección, debemos interactuar, aunque los otros no tengan que ver con nuestras expectativas, o nuestros principios, y aunque presintamos que, tarde o temprano, nos van a decepcionar.
Podriamos decir que nuestra máxima expectativa respecto a nuestra empresa es la de que nos haga crecer profesionalmente, nos valore, y nos trate bien.
Sin embargo, tenemos que aceptar muchas veces que hay determinadas personas en nuestra empresa, que no cumplen con esta, que es la más básica de las expectativas.
Unas veces es más fácil que otras aceptarlo, y casi siempre depende de nuestra capacidad de respuesta y adaptación.
A veces, cuando hemos sufrido, como consecuencia de un cruce de intereses personales o profesionales, podemos rumiar interminablemente una conversación, una respuesta, un gesto, el proceder de alguien en relación con nosotros, intentando encontrar la causa o la intención de todo ello.
Algunas otras veces, incluso nos culpabilizamos por lo que otros hacen y lo vinculamos a nosotros, buscando la causa primera en nuestro proceder.
Pero, si en vez de buscar explicación, de permitir incluso que nos quite el sueño, pensamos simplemente, o nos hacemos este razonamiento:
Que las personas somos los únicos protagonistas de nuestras propias historias, y que como tales tratamos de conseguir nuestra única finalidad, que es evitar el sufrimiento, o lo que no nos gusta, y buscar lo que nos hace felices, o nos gusta, aunque esto afecte a otros. Siguiendo esta máxima motivación, olvidamos las expectativas de los demás.
Mirándolo desde esta perspectiva, vemos que no somos tan importantes como para que alguien piense en hacernos daño solo porque si, y que los enfrentamientos y las decepciones, se basan en lo siguiente:
*Que las expectativas cambian en todos y para todos. Los objetivos y la forma de tratar de ser felices también.
*Que el camino no es fácil, y en ese camino nos cruzamos unos con otros de forma más o menos fortuita y confrontada.
*Que las interacciones son a veces complicadas, con múltiples choques de intereses personales. Aunque el objetivo final siga siendo el mismo: huir de lo que nos hace desgraciados y luchar por lo que nos hace felices.
*Que todos estamos sometidos a cambios constantes que nos hacen corregir el rumbo, y a adaptarnos, pese a otros.
Ser conscientes de que los demás, no hacen las cosas por fastidiarnos en el mayor porcentaje de los casos, sino que tratan de sobrevivir como nosotros, y de hacer sus propias elecciones, es sentir compasión. Y la compasión, nos hace empatizar con los demás allanando el camino para la convivencia.
Por mucho que nos empeñemos, y aunque tratemos de leer en la mente de otros, no sabemos cuáles son sus verdaderos sentimientos, pensamientos e intenciones, sin embargo, a veces nos comportamos como si tuviéramos una bola mágica que nos hace tener todas las respuestas, y lo peor, es que creemos que estamos en lo cierto, pues eso nos hace sentir más cómodos y seguros.
Que pasaría si pensáramos por un momento, que todas las personas buscamos lo mismo. ¿Que cada persona busca gestionar su vida aun en situaciones adversas?
Si nos damos cuenta de que, dejando al margen nuestros talentos, motivaciones y capacidad de lucha, todos queremos lo mismo, comprenderemos que, en el fondo, cada uno está ocupado descubriendo el camino para estar y sentirse mejor, y que el prójimo (en general), solo le sirve como instrumento, o aliado, en su camino hacia esa realización.
Incluso las conductas más altruistas están llenas de satisfacción personal, y son formas de lograr el beneficio particular, a través de la satisfacción por conseguir el beneficio de otros.
Tener en cuenta todo esto, facilitara nuestras relaciones con los demás, y nos ayudara a tener una mente abierta para conocerlos, sin prejuicios ni estereotipos.
Todo ello también nos proporcionara claridad mental para reconocer a la gente que verdaderamente nos puede dañar, así como para decidir cuándo y cómo defendernos.
Por último, si no generalizáramos de acuerdo a nuestras experiencias pasadas con las personas, nos daríamos la oportunidad de conocer de forma más genuina al prójimo, que, al margen de nuestras expectativas, y nuestros estereotipos, está mucho más próximo de lo que parece.
Si podemos entender estas premisas, estaremos en disposición de optimizar nuestras relaciones personales.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X