¿MEJOR SOLOS O EN GRUPO?
(INDIVIDUALIDAD FRENTE A COLECTIVIDAD)
Aunque somos animales sociales, y necesitamos sentirnos parte de un grupo, a veces anteponemos esta necesidad, a nuestra libertad para sacar a la luz lo que verdaderamente pensamos, y aceptamos, o no nos queda más remedio que aceptar, dejar muchas de nuestras decisiones en manos de los demás.
Necesitamos seguridad, que recibimos del grupo, y de determinadas personas que vemos como líderes.
Si los lideres nos marcan una dirección a seguir, y nos imponen unas normas, esto hará, que no tengamos más remedio que decantarnos por la seguridad de seguir esas normas en vez de nuestra propia conciencia, si queremos seguridad. Esta es la premisa en la que se basan las organizaciones: la jerarquía.
A lo largo de la historia vemos que el hombre, como animal social y cooperante, acata las ordenes y directrices que recibe de otros. Esto lo hace incluso aunque ambas cosas, vayan en contra de sus principios.
Sacrificamos nuestro propio criterio para no perder la seguridad, en la incertidumbre que nos produciría no saber si vamos a ser capaces, de solucionarnos las cosas por nosotros mismo, cuando nos quedemos sin la protección del grupo. O en la certeza de que no todo podemos hacerlo solos.
Cuando las directrices de otro entran en conflicto con lo que pensamos o sentimos, simplemente nos abstraemos de la situación, tomando la mayor distancia emocional posible para que no nos afecte. Nos autoconvencemos que la jerarquía esta para algo, y que “quien manda, manda”, sin poner en duda la autoridad del líder y el grado de acierto en sus decisiones.
Proteger el reconocimiento de líder como líder, nos protege a nosotros mismos. Por eso son tan importantes los líderes.
Un líder que nos desvincula de nuestras propias emociones, avocándonos a la abstracción, no es un buen líder.
La calidad humana es la marca personal del líder. Cuando se trata de una persona equilibrada, que es capaz de anteponer el bien colectivo al suyo propio, y que valora la individualidad de las personas que le siguen, sabiéndolas cuidar como personas, todo marchara sobre ruedas. La gente que le obedece se sentirá orgullosa y protegida en ese grupo. En la empresa, este es el caldo de cultivo de la buena colaboración y el bienestar.
Pero también existen lideres malos, en algunos casos psicópatas, que, llevados por pensamientos ególatras e irracionales, consiguen llevar al grupo en una dirección errónea.
Los crímenes contra la humanidad han sido cometidos no por animales o maquinas, sino por personas. Y lo peor de todo, es que estos crímenes, se han consumado en grupo.
Para que se produjera algo como el holocausto y el exterminio nazi, hubieron de estar implicadas muchas personas, desde los primeros líderes que organizaban la logística, y propagaban ideas, más propias de las alucinaciones de un enfermo mental, hasta el último soldado que ejecutaba las ordenes y abría la llave de la cámara de gas.
Así mismo, tenemos desgraciadamente muchos otros ejemplos de dictadores, pasados y actuales, que, a corta o gran distancia de los ojos de la comunidad internacional, dependiendo de la época, han asesinado o asesinan a cientos de miles de personas como forma de proteger sus delirios de grandeza. De imponer sin convencer, haciendo prevalecer el egoísmo, a la generosidad.
Si preguntáramos a cualquier persona, no líder, que intervino en cualquiera de estas atrocidades, como es o fue capaz de semejante participación, simplemente diría que cumplía órdenes.
La conciencia colectiva prevalece y la conciencia individual se relaja, porque tratamos de verlo a mayor distancia de lo que es nuestra experiencia, y de lo que somos.
Lo vemos como si fuera algo en lo que no intervenimos realmente, como si ese papel que nos ha tocado vivir, no fuera parte de nosotros mismos, sino de otros que están por encima de nosotros y nos guían. Obedecemos a ciegas. Nos resignamos.
Es importante para la colaboración, el sentimiento de pertenencia al grupo.  Este sentimiento, que necesitamos, nos lo da quien nos da seguridad, aunque sea un desequilibrado mental. Nos hace sentirnos bien saber que alguien nos puede ayudar, y que formamos parte de un todo.
Hemos necesitado sentirnos respaldados por el grupo, desde que teníamos que subsistir recolectando la comida, o enfrentándonos a enormes animales con dientes y garras como cuchillos.
Esta afiliación social en nuestros días sigue siendo igual de útil. Aunque las circunstancias ambientales hayan cambiado, y ahora no tengamos que salir corriendo de aquellos animales, si debemos estar preparados para peligros como el despido, las crisis económicas, y aun peor, defendernos de nosotros mismos los unos de los otros. Esto también debemos hacerlo en grupo. La razón no ha cambiado tanto.
Cuando más necesitamos al grupo, menos independientes somos para tomar nuestras decisiones. Aun en situación de crisis social y económica, sería mucho más saludable intentar encontrar el equilibrio entre el yo y el nosotros.
El límite entre ambos se encuentra más cercano de lo que creemos, pues solo persiguiendo el bien colectivo nos beneficiamos en particular.
El engranaje que hace funcionar un equipo está bien engrasado cuando sus miembros se sienten respetados, y valorados como personas.
Pero por encima de eso, esta nuestro propio respeto personal. Algo como valorarnos, y valorar nuestro criterio, debería estar por encima. Pues es desde la libertad y la individualidad bien entendida, como podemos beneficiarnos y hacer que otros se beneficien.
Milgram, psicólogo social de la Universidad de Yale, llevo a cabo un experimento para ver el grado de remordimiento de las personas, cuando hacían algo que aun estando en contra de su voluntad, solo obedecía a la autoridad.
A los participantes, se les daba a entender que podían dañar seriamente a las personas, si seguían las instrucciones del científico. Se vio que se imponía la obediencia, a quien consideraban la autoridad, a su propio sentimiento de rechazo por lo que se le pedía que hicieran.
La conclusión a la que llego fue que, a menos que hubiera una autoridad moral superior, como la fe en un Dios, o que tuviera una moralidad propia extremadamente sólida, las personas que participaban en el experimento, estaban de acuerdo en seguir las ordenes hasta el final, aunque el final acabara en tragedia.
Estas conclusiones las podemos trasladar a nuestro mundo empresarial.
El crecimiento de las organizaciones, de las tecnologías, de la cantidad de personas con las que podemos estar conectadas por internet, requieren que miremos las cosas a una escala más amplia, entonces, las personas corren el peligro de hacerse más insignificantes. Se ven más como colectivo que como individuos, y por tanto corremos el riesgo de caer en conductas más reprobables, sino fuera porque a su vez, todo está conectividad, conlleva una mayor transparencia. Si no fuera también porque afortunadamente la conciencia ética, aún prevalece en muchas personas. Lo que puede contrarrestar esta tendencia a la deshumanización.
Cuando las personas son capaces de creer en si mismas, y logran romper la barrera del miedo, el resultado beneficioso de ello repercute directamente en el grupo.
Por el contrario, a mayor inseguridad, desconfianza y temor que se pueda derivar de un entorno hostil, más se activaran nuestros deseos de protección por parte del grupo, lo que hará que seamos más dependientes y menos innovadores.

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