Más que darnos tiempo para pensar antes de actuar, y de haber establecido nuestros objetivos y prioridades previamente, lo que tendemos, es a “hacer”. A actuar, y movernos hacia cualquier sitio. Indiscriminadamente.
No somos más eficientes y productivos por hacer sin parar, y no rendimos más, solo por el hecho de estar muy ocupados.
Cuando estamos preocupados, o muy cargados de trabajo, una de las cosas que se nos ocurre, en ocasiones para solucionarlo, es estar muy activos,  como empujados por un resorte. Ponernos inmediatamente en acción. Creyendo erroneamente  que  esta es la forma de evitar la presión.
Pensamos que hacer lo que sea, aunque estas acciones no sean precisamente lo que nos lleve a nuestros objetivos priorizados, es la mejor opción para huir de la incertidumbre, e incluso solucionarla.
Engañosamente, nos da la impresión de que no parar, estar más horas en el trabajo, e invertir nuestro tiempo personal en trabajar, es producir.
Pensamos que, si hacemos algo, y no estamos parados, ya estamos trabajando, y que la acción, , nos lleva necesariamente a la solución de los problemas y a la satisfacción en el trabajo.
Pero no es así siempre. Y esta propensión que tenemos de actuar, no implica efectividad. A veces, significa todo lo contrario. ¿Por qué?
Porque a menudo, nos aleja de nuestras prioridades y objetivos.
Ser adicto a la acción, nos hace desgastar nuestras energías, pero no nos lleva necesariamente a obtener mejores resultados, sino a desviarnos de ellos en otra dirección.
Para que el esfuerzo se corresponda con la consecución de resultados positivos, la mejor forma que tenemos de actuar, es estar centrados y conscientes de lo que hacemos.
Entre nuestras prioridades y objetivos, y el logro de los mismos, hay un espacio más o menos grande, en el que nuestra consciencia no siempre juega el papel fundamental. Aunque debería.
Nuestra mente se mueve entre el plano consciente y el subconsciente. El cerebro es capaz de procesar de manera consciente, muy poca información, comparado con la que procesamos al mismo tiempo de manera inconsciente. ( la proporción podría ser de 1 a 20)
El  subconsciente,  posee muchísima más información.
Cuando nuestra atención consciente se ve aminorada por todo aquello que subyace inconscientemente, nos alejamos con facilidad de nuestros objetivos y prioridades, sobre todo si no los tenemos bien definidos.
Es cuando mayor presión tenemos, más cambio e inestabilidad, y cuanto más estrés soportamos, cuando más perdidos podemos estar a la hora de planificar objetivos, pues dejemos de funcionar centrados en el presente, y nos ponemos a disposición de todo lo inconsciente, funcionando como autómatas.
No es fácil, sobre todo cuando estamos sobrecargados y cansados, mantenerse en la consciencia y en la concentración. Por eso es por lo que nos ponemos en “versión automática”. Es decir, reaccionamos, sin responder conscientemente.
Cuando más entrenada tengamos nuestra mente para mantenernos en el presente, y de forma consciente vivirlo, sin dejarnos arrastrar al pasado o al futuro, llevados por los pensamientos, menos nos costara mantener nuestra atención en lo que queremos hacer.
Cuando más conscientes somos de las cosas y más centrada es nuestra atención, dejaremos nuestra tendencia a la acción en un segundo plano.
Date unos minutos para respirar ( al menos tres veces) y pensar ¿Cuáles son mis prioridades?
Cuanto más claros sean nuestros objetivos, mejor definidos, y más efectivamente planificados, nos costará menos esfuerzo prestar atención a aquello que tenemos bien programado conscientemente, ya que influirá a nuestro favor, en el inconsciente. Al cual hay que darle todo bien claro.
Cuando varios objetivos entran en conflicto, atiende entonces a tus prioridades.
La clave en realidad, consiste en estar entrenado para ser lo más consciente posible de lo que hacemos, y  que no nos dejemos llevar por nuestra afición a la acción, que termina convirtiéndose en adictiva.
Hacer casi inconscientemente, nos hace ir de un lado para otro, arrastrados por pensamientos que no están en el presente inmediato, sino rumiando en el pasado o planificando de forma automática el futuro.
Cuando ocurre esto, es más razonable pararse a pensar, hacer pausas deliberadas para calmar la mente y decidir desde la reflexión.
El hecho de pensar que estamos siendo productivos, sin en realidad serlo, eleva nuestros niveles de satisfacción momentánea, siendo engañoso posiblemente para llegar a nuestros objetivos, pues nos impide ver el horizonte. Sacrificamos el largo, por el corto plazo.
Este ejemplo lo tenemos a diario cuando sucumbimos a la tentacion de contestar todos los mails,  cuando mas lucidos estamos, que puede ser a primera hora de la mañana, un sabiendo que no es una de nuestra prioridades. Simplemente, nos satisface momentaneamente elevando nuestros niveles de dopamina.
A veces es importante pararse tan solo a “estar”, sin hacer absolutamente nada. Solo durante unos momentos, centrarnos en nuestra respiración, y alejarnos de lo que solo nos da una gratificación inmediata, y que es actuar.
Si lo pones en práctica, te darás cuenta, que no se es más efectivo cuanto más se actúe, sino cuanto más se actúe conscientemente, pues de esta manera, podrás dejar de lado aquellas cosas que se han cruzado en tu camino, con el cartel de “urgente”, y que, sin darte cuenta, aun entrando en conflicto con tus prioridades, han conseguido desviarte de tus objetivos programados.
Esto no quiere decir que tengas que ser inflexible en cuanto al seguimiento de tus objetivos, pero sí que seas muy consciente si decides cambiarlos por tu propia iniciativa, y no simplemente porque se hayan cruzado .de una forma apabullante en tu camino otras cosas.
En realidad, no se trata solo de ser proactivo, sino de no ser adicto a la acción sin reflexión.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X